En el altiplano boliviano, los camélidos llamas, alpacas y vicuñas son más que simples animales. Han sido desde tiempos ancestrales un elemento fundamental en la vida de los pueblos indígenas aymaras. Estos animales no solo han proporcionado carne y fibra para la subsistencia, sino que también han jugado un papel clave en la economía y la cultura de las comunidades rurales. Son parte esencial del tejido económico, social y ecológico de las comunidades andinas. En este contexto, los camélidos andinos se destacan como guardianes de la sostenibilidad, especialmente en estos tiempos de crisis climática que está transformando sus hábitats naturales y afectando profundamente a las poblaciones rurales.
Los camélidos son originarios de Los Andes y, por milenios, han desarrollado características únicas que los hacen especialmente adecuados para sobrevivir en los entornos extremos del altiplano boliviano. Su capacidad de soportar temperaturas variables, pastar en vegetación escasa y requerir menos agua que otros tipos de ganado, los convierte en un recurso vital en un contexto de creciente variabilidad climática. Esta adaptabilidad les permite ser un ejemplo de resiliencia, un factor crítico cuando enfrentamos la incertidumbre del cambio climático.
Económicamente, los camélidos representan una fuente importante de ingresos para miles de familias campesinas en Bolivia. La fibra de alpaca, la fibra de llama, la carne y otros subproductos son comercializados tanto a nivel local como internacional, generando empleo y promoviendo la economía rural. Además, las llamas y alpacas son esenciales para la subsistencia, ya que su carne es una fuente de proteína local y sus fibras contribuyen a la confección de abrigo para las frías noches andinas.
En términos ecológicos, estos animales desempeñan un papel vital en la conservación de los ecosistemas alto andinos. A diferencia de otros tipos de ganado, los camélidos no dañan los suelos al pastar gracias a sus patas suaves sin pezuñas, ya que tienen almohadillas plantares acolchadas. Además, tienen el hábito de cortar el pasto en lugar de arrancarlo de raíz. Esta forma de pastoreo favorece la regeneración de las praderas y ayuda a mantener la biodiversidad de los frágiles ecosistemas de altura.
Los camélidos pueden vivir entre 15 hasta 25 años y su capacidad de reproducción es de una cría por año. La época de apareamiento y nacimiento de crías se da en el tiempo de lluvias por las condiciones climáticas del altiplano.
En la actualidad, en el mundo (según la Universidad Católica de Chile) se calcula que hay una población aproximada de 3.234.050 llamas, de las cuales 2.021.281 (62,5%) se encuentran en Bolivia. Muchas familias rurales dependen de la cría de llamas como su principal fuente de ingresos, aprovechando tanto la carne como la fibra. La carne de llama, rica en proteínas y baja en grasa, ha ganado popularidad no solo en los mercados locales, sino también a nivel internacional, siendo reconocida por su alta calidad. En Bolivia los departamentos donde está presente la crianza de llamas y alpacas son La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba, Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz. Esta revalorización ha permitido que las comunidades que se dedican a la crianza de llamas puedan acceder a nuevos mercados y mejorar su situación económica.
Con la creciente amenaza del cambio climático, que trae consigo temperaturas extremas, sequías prolongadas y eventos meteorológicos impredecibles, la resiliencia de los camélidos se convierte en un ejemplo a seguir. Las comunidades rurales, al igual que estos animales, están demostrando una capacidad notable para adaptarse a las nuevas realidades climáticas. Sin embargo, esta adaptabilidad tiene un límite, especialmente cuando las condiciones climáticas se vuelven más extremas y frecuentes.
En Bolivia, la importancia de los camélidos andinos ha sido reconocida en diversas esferas, pero sorprendentemente aún carecemos de una ley específica que garantice su protección y promueva su desarrollo sostenible. Existen normas y programas que abordan de manera general los recursos naturales y la ganadería, pero no se le ha dado el tratamiento especializado que se merecen.
Actualmente, existen leyes que favorecen la preservación de la biodiversidad y el desarrollo rural, como la Ley Nº 2512, de octubre de 2003 que declara como Patrimonio Natural y Biogenética de Bolivia a los camélidos sudamericanos, llamas, alpacas, vicuñas y huanacus. Asimismo, la Ley de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien (Ley N° 300), promueve la protección de los recursos naturales, incluyendo los camélidos. Sin embargo, estas normativas no son lo suficientemente específicas para abordar los desafíos particulares que enfrenta la crianza y manejo de los camélidos andinos en Bolivia.
En este contexto, es fundamental que Bolivia trabaje en la creación de una Ley Nacional de Desarrollo Integral de Camélidos Andinos, que tenga como objetivo principal la protección ambiental y conservación de los ecosistemas altoandinos, asegurando que el manejo de los camélidos sea respetuoso con el entorno y contribuyendo a la regeneración de praderas.
Además, se debe buscar la promoción del desarrollo económico de las comunidades rurales a través de incentivos para la comercialización de la fibra, la carne y otros subproductos de llama y alpaca, tanto en mercados nacionales como internacionales. Asimismo se debe promover la investigación y modernización de las técnicas de manejo y crianza, apoyando a los productores con capacitación, asistencia técnica, y el acceso a tecnología que mejore la productividad sin comprometer la sostenibilidad. Adicionalmente es fundamental la adaptación al cambio climático, garantizando que las políticas públicas incorporen estrategias para mitigar los impactos del cambio climático en las zonas altoandinas donde se crían camélidos.
En el marco del Año Internacional de los Camélidos, proclamado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Bolivia tiene una oportunidad única de liderar a nivel regional esta iniciativa. Una ley de estas características no solo fortalecería el desarrollo del sector, sino que también pondría a Bolivia como un referente en la conservación y manejo sostenible de los camélidos andinos. Al actuar ahora, estaremos asegurando que estos animales sigan siendo pilares de la cultura y economía de nuestras comunidades, y guardianes de la sostenibilidad en tiempos de cambio.
Los camélidos son más que un recurso; son un legado ancestral, un pilar económico, y un baluarte de la sostenibilidad ecológica en Bolivia. Reconocer su importancia y asegurar su futuro a través de políticas adecuadas es una responsabilidad que debemos asumir con urgencia. Este es un llamado a las autoridades y a la sociedad en general a reflexionar sobre la necesidad de una ley que proteja y promueva este patrimonio único. En tiempos de crisis climática, los camélidos andinos seguirán siendo nuestros guardianes de la sostenibilidad, siempre y cuando nosotros también seamos guardianes de su futuro.
José Moises Sarzuri es Técnico Regional Altiplano de la Fundación TIERRA.