La memoria de la “Conferencia Repensando el modelo agrario boliviano” pone al día el debate especializado sobre esta temática. El documento sistematiza los aportes de especialistas, académicos y representantes de organizaciones campesinas e indígenas que se dieron en el evento organizado por Fundación TIERRA.
Su contenido contempla los cuatro paneles temáticos y dos coloquios: Panel 1. Cambios agrarios, tensiones y conflictos ambienta les en Bolivia; Panel 2. Políticas y agendas agroambientales desde el campesinado y pueblos indígenas; Panel 3. Presiones por tierra y recursos natura les; Panel 4. Nuevas relaciones y dinámicas campo-ciudad; los coloquios: demandas y propuesta s desde las organizaciones campesinas e indígenas para el desarrollo agrario y Estado de arte de contribuciones académicas.
En la presentación, el Director Ejecutivo de la Fundación, Gonzalo Colque, anota: “En menos de dos décadas, en Bolivia estamos viendo cómo, por un lado, se consolida un modelo agrario dominante de agricultura empresarial a gran escala, y, por otro, disminuye la importancia de la agricultura a pequeña escala de campesinos e indígenas, que todavía muchos creemos que es la que provee la mayor parte de los alimentos que consumimos”.
Según el especialista en este lapso hubo cambios sustanciales que “…apuntan a la consolidación de este modelo dual y recíprocamente excluyente. La agricultura a gran escala no es un fenómeno nuevo pero se ha intensificado en los últimos años y particularmente en Santa Cruz como un modelo exportador de materias primas agrícolas”.
Las cifras dan una idea más clara al respecto. Según Colque “…más de dos terceras partes [de la superficie cultivable boliviana] son para la producción de soya”.
La elevada expansión de la frontera agrícola es otro factor relevante para la caracterización del modelo de desarrollo rural. Una estimación con base en datos de fuentes indirectas, muestra que “…la presión sobre el bosque se ha intensificado y, según varios cálculos, se estima que en Bolivia estaríamos deforestando bosques a un ritmo de 300 mil hectáreas por año. Es decir, en unos tres años se deforesta un millón de hectáreas de bosque primario. Esto es un dato sumamente alarmante”.
Hay un marcado contraste entre tierras bajas y tierras altas porque en el Altiplano y valles, vive la mayor parte de la población rural, el 70 por ciento. En cuanto a las características de tierras, “…se trata de tierras marginales, minifundarias”, aunque hay algunas grandes extensiones, pero sin potencial productivo como en Lípez en Potosí, cuayas Tierras Comunitarias de Origen es de más de un millón de hectáreas. Colque afirma que esos territorios “No tienen el mismo valor económico que, digamos, equivalente a cien hectáreas en la zona de expansión de Santa Cruz. (…) con alto potencial productivo. Debemos poner todos estos elementos en la balanza”.
Finalmente, el problema agrario no está aislado del contexto social. “Es un fenómeno que también afecta a las tasas de pobreza que todavía se mantienen altas en nuestro país: en el sector urbano estamos con alrededor de 30 por ciento de pobreza pero en el sector rural todavía está entre 60 y 70 por ciento. En los últimos años casi se ha quintuplicado nuestra economía nacional pero la pobreza se ha reducido en un 10 por ciento. No es suficiente”.
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