La mezcla arbitraria de corrientes de pensamiento contrapuestas con fines propagandístico-electorales es algo que se debe condenar y que no se puede aceptar como un plan ‘anti-extractivista’.
En pleno momento muy delicado de ralentización de la economía nacional debido a la caída de los precios internacionales de materias primas, Samuel Doria Medina presentó la propuesta de Unidad Nacional (UN) para responder a la crisis del “Estado extractivista”. El listado de propuestas de políticas no es nuevo, lo original está en que UN propone dejar atrás el extractivismo.
El documento tiene dos partes: fundamentaciones iniciales y listado de recomendaciones. Pero no se conectan, por tanto, es una propuesta dislocada. Aunque parece ser producto de un intento rústico de discusión de la política económica boliviana, en realidad se trata de un oportunismo político por apropiarse de las reflexiones sobre el extractivismo que forman parte central de los esfuerzos por encontrar caminos posneoliberales para el desarrollo de países dependientes como el nuestro. Por un lado, esta iniciativa acusa al gobierno nacional por no haber ‘aprovechado’ el momento de las “vacas gordas” resultante de los hasta hace poco altos precios del gas, minerales y soya. En otras palabras, UN asume que el extractivismo tiene efectos positivos para elevar todavía más las tasas de crecimiento y diversificar la matriz productiva. Por otro lado, UN entiende que la política económica correcta es aquella que genera mayor participación del sector privado en la renta que genera la sobreexplotación de recursos naturales, mayor protección para las inversiones, sean extranjeras o nacionales e irrestricta liberalización de los mercados de exportación. Es decir, bajo un manto de condena al extractivismo defiende la primacía del mercado, el repliegue del Estado y una mayor apertura internacional de la economía nacional.
Es indudable que las rentas extraordinarias deberían canalizarse hacia la inversión productiva. Es evidente que hace falta mayor diversificación de la matriz productiva. Es ineludible que se adopten medidas económicas ante la abrupta caída de precios de materias primas. Sin embargo, es irresponsable que un líder político ponga en mesa de discusión una serie de propuestas de políticas que han sido abandonadas incluso por los organismos internacionales que en el pasado eran promotores del neoliberalismo y que hoy en día miran con agrado al Estado como un actor clave para el desarrollo.
El modelo extractivista tiene efectos perversos que UN ignora. El boom de exportación de materias primas aunque genera excedentes extraordinarios, en el mediano plazo nos hace más dependientes de la industria y economía externa, desincentiva la producción con valor agregado, expatria la mayor parte de los beneficios y los bolivianos internalizamos la mayor parte de los costos del modelo extractivista, incluyendo costos ambientales, territoriales y culturales. Casi todos los estudios sobre el rentismo de países pobres concluyen que las rentas extraordinarias no se transforman en capital productivo de forma automática, de modo que su apropiación y control por el sector privado que exige UN, solo ampliaría más la brecha de desigualdad entre ricos y pobres. Veamos un ejemplo. Esta tienda política de oposición propone “simplificar los derechos de propiedad”, dejar su administración en manos de las regiones y aumentar inversiones públicas; todo esto para para favorecer la expansión de la “agroindustria exportadora”. Todo esto parece sensato pero lo que soslaya este razonamiento es que el agronegocio (monocultivo de soya) es un modelo intrínsecamente insostenible en términos sociales y ambientales. La exclusión de las mayorías rurales, de campesinos e indígenas, es una precondición para acumular rentas agrarias.
La dimensión política del extractivismo es algo que no existe para UN. El control estatal de la renta otorga al poder político capacidad de actuación como benefactor social, agente de desarrollo y reproduce su legitimidad política. La correlación positiva entre el control estatal de la renta y la formación de una élite política que se resiste a cambios y renovación democrática parece ser otra dimensión propia aunque poco conocida del extractivismo contemporáneo. Este es un tema central que debería exponerse en el debate sobre cómo abandonar la primarización de la economía. Sin embargo, dado que la propuesta de UN no integra en su análisis las dimensiones políticas, sociales y ambientales, es reduccionista, economicista y redundante.
El pluralismo de corrientes de pensamiento es algo imprescindible para discutir los caminos de salida al extractivismo. Pero la mezcla arbitraria de corrientes e ideas contrapuestas con fines propagandístico-electorales, al igual que el dogmatismo que se cierra totalmente a sus criterios, es algo que se debe condenar y que no se puede aceptar como un plan ‘anti-extractivista’.
* Gonzalo Colque es Director de la Fundación TIERRA.