Cultura / agosto 2010
"Dar lo que tienes", el real sentido de la Pachamama
“yo le confío mi vida a mi maestra, lo que ella me dice que haga, yo lo hago. Ella nunca me ha fallado en estos diez años en que vengo a visitarla”
Cientos de personas y familias acudieron a los “lugares sagrados” para ofrendar a la Pachamama (Madre Tierra) una serie de elementos rituales preparados para esta ocasión. Agosto es el mes de la Madre Tierra.
La Apacheta, junto con la Cumbre y Lloco Lloco, en La Paz, son considerados lugares sagrados para ofrendar a la madre tierra.
Se dice que agosto es el mes donde la tierra tiene hambre y que por ello ocurren muchos accidentes y muertes, especialmente en las carreteras de nuestro país.
Sin embargo, y desde otro punto de vista, el investigador de Fundación TIERRA, Paulino Guarachi afirma que agosto es el mes de la waxt’a, el mes de la ofrenda y del agradecimiento.
La palabra waxt’a viene del aymara y quiere decir “dar lo que tú tienes”. Según Guarachi, “nosotros tenemos que dar porque en algún momento hemos recibido algo, en este caso, la Pachamama nos da su cobijo, produce alimentos para darnos de comer…en ella respiramos. La Pachamama es un conjunto de elementos que hacen a la vida”.
El sentido de la waxt’a en agosto no es pedir salud o trabajo para el futuro, sino agradecer por la salud, el trabajo y la seguridad otorgados durante el año y la forma de agradecer es mediante ofrendas.
Pero, ¿por qué agosto? es un mes especial, porque se inicia el proceso de siembra en varios sectores del altiplano. “En este mes se prepara la tierra y antes de abrir surcos, de perforar la tierra se llevan a cabo estos rituales”, afirma Guarachi.
Sólo con fé funciona
Cursino Mamani, uno de los maestros amautas que presta sus servicios en la “Apacheta Cumbre Waraco”, en la carretera a Oruro, asegura que la ceremonia de la waxt’a, hoy en día, ha cambiado bastante respecto a los ritos ancestrales de sus antepasados.
Hoy, además de las hierbas, se usan los dulces, la grasa de llama, la hoja de coca, el vino y el alcohol. Además están los sacrificios de animales considerados “de la suerte”, como la llama blanca y el gallo rojo. De éstos se ofrece a la Madre Tierra la sangre y el corazón.
“La gente no sólo viene a agradecer, viene también a pedir todo tipo de cosas. Una vez vino un General para pedir ascender de grado, otras veces vinieron candidatos para alcalde de municipios cercanos que pedían ganar las elecciones. Pero en todo, el ingrediente más importante es la fe, si no hay fe, vienen en vano”, cuenta con algo de picardía don Cursino.
Los que más quieren, más gastan. Los precios para una waxt’a varían entre 80 y 400 bolivianos. El precio más bajo incluye únicamente la ceremonia, el material para la mesa se ofrece aparte y cuesta alrededor de 120 bolivianos.
Una wax’ta con sacrificio de llamas es la más cara, son los dueños de grandes negocios quienes hacen este tipo de ofrenda a la madre tierra y pagan entre 300 y 400 bolivianos a los maestros amautas por el servicio, las llamas se venden aparte y están a la espera de su final, ahí mismo, en la apacheta. Las llamas destinadas a los sacrificios deben ser blancas, porque se cree que trae mucha suerte.
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Una amauta con habilidades
Nora Machicado está sentada junto a una de sus clientas, Beatriz Martínez, ambas lucen atuendos andinos, poncho y llluch’u, están mascando coca y tienen la mirada enfocada en la pequeña hoguera que se ha formado gracias a las habilidades de Nora para armar la waxt’a.
Nora Machicado es una de las amautas que ofrecen sus servicios en la apacheta. Según cuenta, es la única de nueve hermanos que heredó las habilidades y vocación de su madre.
“Cuando mi madre estaba embarazada de mí, le cayó un rayo, creo que eso fue una señal de Dios para que yo ayude a la gente a entrar en comunicación con la Pachamama”, afirma Nora Machicado.
Nora ha recibido todo tipo de visitas que piden por su salud, por sus negocios, contra envidias y malos pensamientos. Una de esas visitas más leales es la de la señora Beatriz Martínez, comerciante que se mueve con frecuencia en la carretera hacia Chile.
Con un acento mitad boliviano, mitad chileno, Beatriz Martínez afirma contundentemente: “yo le confío mi vida a mi maestra, lo que ella me dice que haga, yo lo hago. Ella nunca me ha fallado en estos diez años en que vengo a visitarla”.
La lealtad de la señora Beatriz y otros muchos clientes que frecuentan a la maestra Nora Machicado y al maestro Cursino Mamani les permite a estos últimos sostenerse y sostener a su familia. Esa compleja vocación de intermediarios entre los seres humanos y los dioses andinos les ha permitido por años ser los protagonistas en el mes de la Pachamama.
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