En La Paz y el Beni existen tres TCO Takana. En estas página, le mostramos un poco de la historia de uno de estos territorios: la TCO Takana I
El Caquiahuaca resguarda a los takanas del norte
El padre protector del pueblo Takana tiene la forma de un cerro: el Caquiahuaca (montaña alta y sagrada en quechua y originalmente llamada Baba Bauda). La loma está cercana a la población de Tumupasa, en el norte de La Paz, y desde esa atalaya custodia a sus hijos, quienes habitan las tierras comunitarias de origen (TCO) Takana I, Takana II y Takana III, esta última en el departamento del Beni.
La población de Tumupasa (piedra blanca) se encuentra a la vera de la carretera que une San Buenaventura con Ixiamas; está ubicada en la TCO Takana I, en la provincia Abel Iturralde, y es un asentamiento indígena anterior a la época colonial.
Depués de la conquista, en el siglo XVII, los españoles se asentaron en el pueblo indígena y, a la par, impulsaron la creación de misiones misiones franciscanas en las tierras amazónicas de piedemonte.
En el presente, Tumupasa alberga a la sede del Consejo Indígena del Pueblo Takana (CIPTA), organización que vela por los miembros de este pueblo indígena; como lo hiciera Caquiahuaca en tiempos mitológicos.
“El CIPTA es una organización que representa a todas las comunidades takana que estamos en el departamento de La Paz”, explica el presidente de esta organización Jesús Leal. El consejo afilia a 28 comunidades, añade Neide Cartagena, vicepresidenta de la entidad.
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El Consejo jugó un papel importante en la consolidación de los derechos de los takana. “La organización se inició con los siguientes principios: consolidar nuestro territorio, preservar nuestras tradiciones y costumbres manteniendo la solidaridad entre todas las comunidades tacanas”, se lee en el texto Pueblo indígena Tacana. Consolidación y gestión territorial publicado por el CIPTA.
En la década del 90, la organización indígena impulsó la lucha por los derechos de sus afiliados. “En 1993 nace el CIPTA. En 1996, el Consejo participa en la Marcha por el Territorio, el Desarrollo y la Participación Política de los Pueblos Indígenas [el mismo año de promulgación de la Ley INRA]. Tras ese movimiento, el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada reconoció 33 TCO en Bolivia. Después de esa marcha, el CIPTA se fortalece. Comenzamos a preocuparnos por el tema de la tenencia de la tierra, ya se venía haciendo la apertura de la carretera de San Buenaventura hasta Ixiamas. Comienza el boom del ingenio azucarero y atrae muchos colonizadores”, recuerda el ex dirigente de los takana, Celim Quevedo.
Pero las tareas de consolidación de los derechos indígenas no terminaron con la marcha indígena. En el caso de la TCO Takana I, sus habitantes esperaron casi diez años para recibir el título de propiedad sobre su territorio.
El texto elaborado por el CIPTA recuerda que el 3 de julio de 2003 el INRA tituló 325.327 hectáreas a nombre del Consejo Takana y en una segunda etapa tituló otras 46.606 hectáreas; y dejó pendientes 33.731 hectáreas.
Sin embargo, la demanda inicial de los takana abarcaba una superficie de 814.402 hectáreas. Como resultado de este proceso, el espacio geográfico de la TCO Takana I se asemeja a un triángulo “con el corazón hueco”, lamenta el dirigente Jesús Leal. Este espacio territorial alberga a unos 3.050 indígenas, según datos del INRA.
“Somos como pequeños lunares que se han quedado al margen del río y sobre la carretera, pequeños espacios”, acota Celim Quevedo y añade: “cuatro antiguas concesiones [forestales] han quedado en el centro del territorio, aunque el pueblo Takana hizo notar que eran nuestros territorios y no de una empresa, pero nadie nos escuchó. Talaron bosques de mara y cedro en el patio mismo de las comunidades. Además, también están los colonizadores, quienes están en la misma región; el CIPTA planteó recuperar estos espacios, porque forman parte de nuestro territorio y en estos espacios podremos desarrollar nuestra forma de vida, pero los colonos nos respondieron que también tienen derecho, porque viven muchos ahí. Así que también hemos tenido varias disputas con ellos”.
Los takana también reclaman el reconocimiento de miles de hectáreas de tierras fiscales ubicadas en el hueco al que hace referencia Jesús Leal.
El otro lado de la moneda
Las comunidades interculturales del norte paceño están agremiadas a la Federación de Productores Agropecuarios de la provincia Iturralde (Fespai). Las poblaciones de colonizadores que colindan con la TCO Takana I también están afiliadas a esta organización.
“La Federación es una organización sindical que aglutina a dos municipios, están San Buenaventura e Ixiamas. La última central que se nos ha unido es la del río Manurimi [en Pando]. En total somos 87 comunidades”, explica Arnold Mamani, secretario de Relaciones de la Fespai. En el área de colindancia con el territorio indígena viven unos 7.400 migrantes. El representante comenta que los asentamientos migrantes más antiguos datan de la década de 1960.
De acuerdo con la información histórica, la colonización del norte paceño, por parte de migrantes occidentales, se incrementó entre la década del 60 y los siguientes años.
Hace 50 años, el gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) impulsó las migraciones con el objetivo de fortalecer la agricultura nacional.
Como mencionó el dirigente indígena Leal, la apertura del camino San Buenaventura-Ixiamas (cuyas obras terminaron en la década del 80) promovió estas migraciones, ya que los campesinos se asentaron a la vera de esta ruta, en el territorio que los Takana reivindicaban como propio.
Con el paso de los años, los campesinos consolidaron esos predios, aunque este proceso de saneamiento de la propiedad individual todavía no ha terminado.
“Los hermanos indígenas han sido mezquinos en las propuestas para que nosotros tengamos nuestros terrenos. Estamos en un área de conflicto, tenemos problemas con 350 mil hectáreas en el sector norte. Nosotros hemos dicho que se haga un estudio para que sea más transparente [la titulación]”, argumenta el dirigente Mamani.
No obstante, si bien este escenario de disputa por la propiedad es evidente, lo cierto es que colonos e indígenas también comparten actividades que los conducen hacia el entendimiento y la buena relación entre vecinos: campeonatos de fútbol o celebraciones patronales, como la Fiesta de la Cruz (3 de mayo).
En esta misma línea, los productores campesinos suelen demandar la mano de obra indígena takana en las temporadas de cosecha; actividad que los pobladores cumplen bajo la atenta mirada de Caquiahuaca.
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