seminario
La Paz, Bolivia,julio 2011
Año 2 Nº6
Periódico mensual para el área rural
EDICIÓN ESPECIAL

Los pueblos  indígenas de tierras bajas y los migrantes de tierras altas compiten por el control de algunos sectores amazónicos
La madera y la coca son las chispas que encienden los conflictos

La Fundación TIERRA entrevistó a los pobladores de tres TCO y comunidades interculturales del norte de La Paz, Beni y Cochabamba

Intereses encontrados por el uso de recursos naturales y la tierra, diferencias en la concepción del territorio o la falta de atención estatal son algunos de los factores que dificultan la relación entre las comunidades indígenas de tierras bajas y migrantes de tierras altas, que habitan la Amazonia boliviana.

En esta región, las tensiones y desconfianzas son pan de cada día, según pudo constatar la Fundación TIERRA en octubre y diciembre de 2010 cuando recorrió algunos sectores de las tierras comunitarias de origen (TCO) Mosetén y Takana I, en el norte de La Paz, y el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), ubicada entre los departamentos de Beni y Cochabamba

Durante la visita a la TCO Mosetén el equipo de trabajo llegó a la comunidad intercultural (colonos) 25 de Septiembre, cercana a la comunidad indígena Santa Ana, y conversó con el secretario general del asentamiento, Alfredo Quiñones. El representante recibió con amabilidad al grupo y respondió a una diversidad de preguntas; pero cuando se le consultó “¿qué parte de la comunidad colinda con la TCO?, Quiñones dijo: “haber cómo le puedo decir… con la TCO Mosetén no tanto…”.

Especial

>Trabajo conjunto ayudará a prevenir conflictos por la tierra r los recursos

> La madera y la coca son chispas que encienden los conflictos

tapa2

Descargar PDF

Al finalizar el mencionado trabajo de campo, la Fundación organizó el 12 de abril un encuentro (conversatorio), en la ciudad de La Paz, entre los dirigentes indígenas y campesinos de estas regiones para que compartieran con el público citadino sus vivencias y experiencias.

Percepciones

Los problemas más importantes para los pobladores de las TCO y las zonas colonizadas tienen varias aristas y las dos más importantes son: el uso y control de los recursos naturales y del suelo.
“Los colonos quieren despojarnos de nuestras tierras, ellos son campesinos como nosotros pero desde mi punto de vista son negociantes de tierra, ellos hacen muchos problemas. Los colonos dicen que no sabemos trabajar y para qué pedimos tanta tierra, pero nosotros estamos manteniendo la tierra porque sabemos que nuestros hijos van a seguir creciendo y la mantenemos para ellos”, explicó Pedro Yuco Icho, corregidor de la comunidad San Antonio de Imose, emplazada en el sector norte del TIPNIS, en el departamento del Beni.

En el conversatorio cumplido en La Paz, los indígenas expresaron criterios similares: “El Estado entregó parte de nuestro territorio a los colonizadores, nosotros seguíamos pensando que éramos dueños, pero en la caza nos dimos cuenta de que no era así. Cuando matábamos algún animal, los colonizadores nos pedían la mitad porque habíamos entrado a su lote”, comentó el ex presidente de la Organización del Pueblo Indígena Mosetén (OPIM), Orlando Morales.

En respuesta, el ex dirigente de los colonizadores del TIPNIS, David Herrera, aseguró: “Nosotros respetamos la TCO. Estamos reconocidos legalmente como ‘terceros’ en el TIPNIS. Ya en 1987 Evo Morales [principal dirigente de los cocaleros del Chapare] reconoció que era necesario respetar a los pueblos indígenas. En una reunión se definió parar la colonización porque mucha gente entraba”. Más adelante el productor comentó: “Se preguntarán por qué los indígenas tienen más que los colonizadores (…). En cuestión de territorio nosotros tenemos el 10 por ciento y ellos el 90”.

Al respecto, Serapio Marca dirigente de la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales apuntó: “Nosotros pasamos mil penalidades para asentarnos en nuestros terrenos. Nuestros padres se han enfermado y tenemos derecho a estar en estos lugares. Aún así tenemos pocas hectáreas para trabajar. No voy a ofender a los hermanos indígenas. Ellos han tomado la delantera en el saneamiento porque tuvieron, en la OPIM y a nivel nacional, buenos asesores y buenos representantes, e hicieron el saneamiento de muchas hectáreas para pocas familias. Hay una diferencia con los inmigrantes: según la ley, nos han dotado un máximo de doce hectáreas. Yo tengo doce y no dan para trabajar, sólo dan para sobrevivir, a lo sumo para sembrar arroz”.

Los límites

En general, los  enfrentamientos entre vecinos se registran en las tierras de colindancia de las TCO y de las comunidades campesinas, coincidieron los entrevistados por TIERRA.

Como ejemplo de que estos sitios son los más conflictivos, el presidente de la Subcentral TIPNIS, Adolfo Moye, aseguró: “Hemos visto que muchas comunidades terminaron rodeadas por colonos, por ejemplo, Santísima Trinidad, donde yo vivo. Hemos quedado al centro de la zona colonizada y rodeados por cocaleros. En la comunidad de Limo los hermanos del pueblo yuracaré ahora tienen apenas una hectárea y trabajan como empleados de los colonos. Sus hijos han tenido que migrar a las ciudades capitales para buscar empleo queriendo adoptar otra forma de vida; en muchos pueblos sólo quedan los viejitos. Algunas comunidades como Puerto Patiño e Isiborito se extinguieron y no sabemos a dónde se fueron esos hermanos.

La zona colonizada del TIPNIS ocupa un cono que arranca en las inmediaciones del río Ichoa (en el centro del territorio) y concluye en el límite sur del área protegida, a orillas del río Isiboro. El sector está dividido del resto del parque y la TCO por un trazo imaginario que la población denomina “línea roja”. El Decreto Supremo 22610 y acuerdos firmados entre indígenas y campesinos prohíben a estos últimos trasponer ese límite; sin embargo, los indígenas y los propios productores de coca admiten que la restricción no se cumple.

A la TCO Mosetén le corresponde legalmente un territorio de unas 100 mil hectáreas de la provincia paceña Iturralde. El sitio está dividido en cuatro bloques dispersos. Entre estos bloques, miles de colonos se han asentado en una superficie superior a las 10 mil hectáreas.

La TCO Takana I ocupa un espacio de unas 388 mil hectáreas, cuya distribución recuerda a un triángulo con el “corazón hueco, cuya propiedad ha pasado a nombre de terceros [colonos, estancieros y madereros]”, ejemplifica el principal dirigente del sector, Jesús Leal.

Lío forestal

La explotación de madera es uno de los factores que provoca el conflicto. Durante las visitas a las tres regiones y en el conversatorio del 12 de abril los indígenas de las TCO (Mosetén, Takana I y TIPNIS) coincidieron en que miembros de las comunidades interculturales invaden el territorio indígena para extraer los árboles.

Para el dirigente Mosetén, Marcelino Chairique, esto ocurre porque “falta titular a los colonizadores y ellos aprovechan para invadir nuestro territorio con la excusa de que no sabían que no podían cortar árboles en esos lugares”.

Sin embargo, esta práctica no sólo se manifiesta entre los indígenas. “El Conisur [Consejo Indígena del Sur, representación indígena paralela a la que dirige Adolfo Moye] impulsa la tala de madera. Hemos visto que un bosque de jatata [palmera] ha sido cortado por los propios indígenas”, aseguró David Herrera, ex dirigente de los productores de coca del TIPNIS.

Serapio Marca, secretario de Tierra y Territorio de la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia y habitante de un área que colinda con el territorio mosetén, indicó que la necesidad económica de los colonizadores los lleva a una actividad prohibida que no practicarían “si hubiera otro recurso para sostener a la familia”. El dirigente argumentó, en su exposición del 12 de abril, que sus afiliados tienen la intención de legalizar sus operaciones, pero alegó que la Ley Forestal es más propicia para los grandes empresarios que para los pequeños productores.

Herrera añadió que los habitantes del área colonizada del Isiboro-Sécure tienen como principal actividad económica la producción de coca, así que no tienen interés en la explotación forestal. “Nosotros incluso denunciamos a las autoridades cuando sacan madera del parque, porque respetamos el área protegida, que está habitada por nuestros hermanos indígenas”.

Sobre el mismo tema, el representante Takana, Jesús Leal, aseguró que la expansión agrícola a lo largo de la carretera entre San Buenaventura e Ixiamas amenaza las fuentes de agua en la zona. Los delegados mosetenes argumentaron que su situación es más crítica: se secaron ojos de agua en Palos Blancos y en Santa Ana de Mosetenes, ésta última es una de las comunidades más importantes de la TCO.

“En chiste le decía al compañero Serapio Marca que la pelea [entre indígenas e interculturales] se va a terminar cuando se termine la madera; se termina y empezamos la reforestación”, comentó el expositor mosetén, Orlando Morales. Sin embargo, él mismo admitió que la muerte de los ojos de agua ya es una consecuencia de ese extremo, por lo que urge la reforestación conjunta, pues el impacto ecológico no conoce límites prediales. Esa no sería la única tarea coordinada que los expositores de ambas partes reconocen: también cabe la posibilidad de acometer el control conjunto (con el “sistema de protección”) de la tala ilegal y sancionar a quienes la practican.

 Coca contagiosa

“La coca es contagiosa; no es lo mismo vender un racimo de plátanos o yuca que un paquete de coca. (…) Donde hay coca, hay cocaína y narcotráfico”, comentó el vicepresidente de la TCO TIPNIS, Isidro Yujo en el encuentro de abril. Según él, eso llevaría a algunos indígenas al cultivo del arbusto, pese a que está prohibido fuera de las zonas establecidas por ley.

En octubre de 2010, la Fundación TIERRA visitó las comunidades de Santísima Trinidad y San Miguelito, en el extremo sur del parque en el Chapare cochabambino. El primer poblado está dentro del área protegida, pero es como un enclave en medio de la zona colonizada por los cultivadores de coca. La otra comunidad ocupa el espacio que le corresponde a la TCO, pero está cerca del área de influencia campesina.

En ambas comunidades, y en otras 12 rodeadas de cocaleros, los indígenas también siembran este arbusto. “Todos los indígenas tienen su coca”, reconoció un mojeño de San Miguelito.

Para David Herrera, ex dirigente de la parte colonizada del TIPNIS, los sembradíos de los indígenas están destinados para la actividad ilícita. “Los problemas ilegales están más centrados en las comunidades indígenas. Si a nosotros nos pescan con más de un cato de coca, nos decomisan, y si hay pozas de maceración nos quitan la tierra”, indica.

Sin embargo, los campesinos también siembran el arbusto en la TCO. En mayo, el dirigente Adolfo Moye, denunció a los medios de comunicación que los indígenas quemaron 40 casas de cocaleros que se habían asentado ilegalmente en su territorio. “En la zona de los ríos Ojota e Ichoa, al navegar, hemos descubierto una gran deforestación en unas 40 hectáreas de nuestro terreno. Al inspeccionar vimos que la tierra estaba llena de coca recientemente plantada, camuflada debajo del arroz”. Agregó que “se sembró el arroz, pero no lo están cosechando, vimos que ahí se está echando a perder y se está pudriendo. No les interesa el arroz, sino lo que está debajo (…). Es una invasión extra, nueva. Recientemente han ido a hacer este trabajo de chaqueo porque están rozando los montes y tumbando árboles. Las plantaciones de coca aún no están grandes, están en un máximo de 10 centímetros, no es coca de muchos años”.

En este escenario, los guardaparques del TIPNIS sufren serias presiones en contra de su labor de protección del área. Estos trabajadores dependen del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) y, sin excepción, son indígenas del lugar (mojeños, yuracarés y tan sólo un tsimane).  Uno de ellos afirmó: “Tenemos que cuidar las maderas y los animales. También controlamos que no avance la colonización, pero ellos no aceptan nuestro trabajo y nos amenazan. Una vez, una señora me quiso atacar con un machete. Ellos dicen que la tierra es de quien la trabaja, no entienden que es un parque nacional”.

En 2010 los cuidadores recibieron denuncias sobre la producción ilícita de coca e incluso cocaína, pero no pudieron hacer nada. Por ley, los cuidadores deben solicitar a los denunciantes que lleven sus reclamos a la Policía destinada en el Chapare.

En el norte de La Paz, colonos e indígenas viven situaciones parecidas. El dirigente intercultural, Serapio Marca, justificó la expansión de la coca con  el argumento de que este trabajo les permite mejorar su sittuación económica.

En el conversatorio del 12 de abril, los representantes de las TCO Mosetén y Takana I coincidieron en que los espacios donde no hubo saneamiento son aprovechados para el cultivo de coca. “Se siembra coca en el norte de La Paz con fines ilícitos; en Tumupasa hay áreas que se están abocando [a esa actividad]”, comentó Jesús Leal, quien añadió que los sectores más vulnerables corresponden a las tierras fiscales no adjudicadas y las áreas en disputa.

Más cuestionamientos

  • Indígenas de las TCO Mosetén, Takana I y TIPNIS dicen que las autoridades estatales no atienden sus necesidades.
  • La misma actitud de abandono observan entre los alcaldes y gobernadores.
  • Los indígenas cubren los vacíos del Estado; construyen postas de salud o aulas escolares con el dinero que generan sus proyectos productivos. Por ejemplo, la caza controlada del lagarto en el TIPNIS.
  • Al contrario, los colonizadores y campesinos se sienten amparados y atendidos por los representantes políticos.
  • Los indígenas consideran que la colonización provocó un “choque de culturas” que terminó con su “vida feliz”.
  • Los colonos señalan que, como bolivianos, tienen derecho a vivir en esos sectores y no están de acuerdo con que los indígenas posean tierras más extensas que las suyas.