Es cierto que el sistema patriarcal impidió el acceso de las mujeres a la tierra por mucho tiempo y que en los últimos años ese panorama cambió en el agro boliviano. Al parecer las mujeres se empoderaron, pero la realidad no es del todo así, según la conclusión a la que arribaron los investigadores de TIERRA, Floriana Soria Galvarro y Gonzalo Colque, autores del texto “Inclusión en contextos de exclusión. Acceso de las mujeres campesinas e indígenas a la tierra”.
Los autores afirman que los beneficios que genera la tenencia de la tierra y su renta son marginales y “…dentro de esa marginalidad es que las mujeres ganan acceso y control, por tanto, aparecen como jugando un rol más visible y protagónico”.
El texto es resultado de catorce estudios de caso que proveen información cualitativa y la información cuantitativa proviene de una encuesta que recoge datos de 903 hogares rurales, aplicadas por TIERRA en tres regiones rurales: altiplano, valles interandinos y tierras bajas. La publicación se divide en cinco capítulos y el apartado dedicado a la conclusión.
En el texto se encuentra una explicación más extendida de este fenómeno. Los autores resaltan que en el altiplano “…la mayor presencia de las mujeres en la vida comunal es funcional al carácter patriarcal de la misma y sin el mismo grado de poder de decisión que los hombres…”.
Como complemento a los resultados en el altiplano, el análisis de esta situación en los valles bolivianos muestra que “…los cambios en el rol comunitario ocurren frente a críticas situaciones económicas y sociales. Hombres y mujeres se enfrentan a la necesidad de encontrar nuevos mecanismos y estrategias de subsistencia”. Esta realidad lleva a los autores a inferir que “…en comunidades campesinas está en gestación una nueva división de trabajo y resignación de roles en razón de género. Por un lado, las mujeres asumen el papel de sostener un modo de vida familiar basada en una agricultura feminizada y, por otro lado, los hombres tienen el rol de reproducir el paradigma masculino de proveedor vendiendo su fuerza de trabajo en sectores económicos no agrarios…”. La consecuencia de esta situación parece residir en la “…intensificación de la migración campo-ciudad que, en términos temporales, no solamente se limita a periodos de baja demanda de trabajo en la actividad agrícola”.
Además, la inclusión femenina en el mundo público/comunitario masculino se traduce en la responsabilidad sobre “…espacios y roles comunitarios abandonados por los hombres (…) Es decir, los espacios públicos de deliberación y decisión siguen siendo controlados por los hombres y ellos siguen exigiendo y valorando más la presencia y participación de sus pares”, según los investigadores.
¿Qué pasa en la escala familiar? En las tres regiones investigadas se evidenciaron “…cambios ténues pero favorables para el recorte de la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres cuando se trata del acceso y control de la tierra, otros factores productivos y los beneficios que genera la pequeña agricultura comunitaria”. Pero, esos cambios “…reflejan procesos de transformación agraria que no son favorables para la pequeña producción de base campesina e indígena”.
En consecuencia la investigación llega a la conclusión de que “…las fuerzas de exclusión de las mujeres no solo se explican por el carácter patriarcal de los hogares y comunidades campesinas e indígenas sino también por los cambios agrarios de carácter estructural guiados por políticas públicas y fuerzas de mercado que facilitan y promueven la agricultura a gran escala, mecanizada y basada en el uso intensivo de capital que marginaliza y encapsula a los campesinos e indígenas en un modo de producción a pequeña escala estancada, pobre e inhábil para generar las mínimas condiciones de vida”.