Sobre unas hojas de plátano descansan lado a lado una olla de aluminio y un caparazón de peta (tortuga) volteada, cuya superficie mantiene un tono rostizado. Dentro de la cacerola, caliente y de color intenso amarillo con puntos verdes por las especias, está la lagua (sopa espesa) del reptil que fue cocinado. La preparación tradicional tacana fue realizada por Teresa Cartagena, una mujer de avanzada edad que pertenece a la comunidad Nueva Esperanza.
La receta es una tradición que Cartagena recibió como legado de sus padres y éstos de sus abuelos. La preparación se mantiene en el tiempo pese a los problemas que afrontan los indígenas para conseguir la carne de animales silvestres que viven en el monte. Las especies fueron mermando en los últimos años por la implementación de grandes obras como el ingenio azucarero San Buenaventura o la actividad maderera que provocan el desmonte del territorio.
“Para hacer la lagua de peta, se pone a hervir el animal en bastante agua para no ir aumentando y que salga un rico sabor. Luego se prepara con harina de maíz molido crudo, con cebolla picada y ají. Es un plato típico que aprendí de mis abuelos. Lo más difícil, ahora, es conseguir la peta que ya no hay mucho. Hay que ir muy lejos. A veces depende de la suerte”, relata Maida Marupa Beyuma.
El pueblo Tacana está conformado por 22 comunidades y se calcula que lo integran aproximadamente 6.000 personas. Su territorio se sobrepone a los municipios de San Buenaventura e Iximanas con 380.000 hectáreas tituladas en ambas regiones.
Guiso de jochi (chancho de monte), guiso de peta, peta asada, jochi al horno y pescado asado son otros platos que los tacanas preparan regularmente con animales silvestres. Todas estas muestras fueron sazonadas por Reina Lapara, oriunda de la comunidad Macagua. “Esta comida no necesita mucha elaboración. No son difíciles de hacer. Lo complicado es que hay que mandar a nuestros esposos a mechar y a cazar. Ahora como está creciendo la población y la actividad en Ixiamas, está difícil conseguir la carne del monte”, cuenta Lapara.
Las dificultades para mantener su herencia culinaria incluso son detectadas por los más jóvenes. Génesis Yesica Pisa, de 18 años, reconoce que la caza es más complicada. “No olvidamos nuestra cultura. Así es como los alimentos se preparaban antes, así preparaban nuestros abuelos. Como jóvenes, esperamos que no se pierda, aunque ahora lo más difícil es para los varones porque ellos consiguen, van a la caza”, manifestó.
Cartagena, Marupa, Lapara y Pisa coincidieron en el Festival Artístico que se realizó a finales de octubre en Tumupasa. La iniciativa fue promovida por la Fundación TIERRA, con el apoyo de Welthungerhilfe (WHH) y la Plataforma Interinstitucional por la Gobernanza Responsable de la Tierra (ENI Bolivia). Dicha actividad fue orientada a acercar, sensibilizar y motivar tanto a adolescentes como a mujeres sobre el sentido colectivo de habitar en un territorio indígena y la importancia que tiene su protección.
Tumupasa es un distrito del municipio de San Buenaventura, en la provincia Abel Iturralde del departamento de La Paz, sitio al que se llega solo por vía terrestre, con travesías que pueden demorar entre 14 a 18 horas. Las altas temperaturas, combinadas con la humedad de la región, hacen que el clima sea tropical.
Marianne Quenevo, presidenta del Consejo Indígena de Mujeres Tacana (CIMTA), explica que los problemas para la caza se dan desde 2013, cuando comenzó a implementarse el proyecto del ingenio azucarero San Buenaventura. “Eso afecta mucho a las comunidades. Por el ruido de las maquinarias, la pérdida de área boscosa, los animales silvestres están migrando y se van lejos. A nosotros los indígenas se nos hace difícil conseguir la carne”, afirma.
La carne de res, según explica la dirigente, es encontrada principalmente en los sectores más poblados del municipio, por ello este alimento no es una opción para las comunidades pequeñas, salvo que se compre y se las haga secar para charque. “Actualmente, la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa) está haciendo también grandes desmontes. Si no conseguimos la carne, optamos a veces por el pescado o simplemente comer el plátano, arroz y yuca, que es lo que hay”, sostiene.
Por roles de género, las mujeres son las encargadas de preparar los alimentos y los hombres de la provisión de éstos. La caza antes demoraba un par de horas, pero ahora los indígenas demoran entre un día y un día y medio.
“El jochi, el huasa (venado) y el taitetú (pecarí) son otras especies que ya no se encuentran fácilmente. Por eso se ve complicado encontrar el sustento alimenticio diario”, agrega Fulvia Medina, vicepresidenta de CIMTA.
La afectación que se tiene por el desmonte en el territorio Tacana no es nueva y fue reflejada recientemente por el portal La Brava con la crónica: “La caña de azúcar devora el territorio indígena Tacana”, en el que se describe que “por donde antes corrían libremente animales como el jochi, taitetú, tortugas, lagartos, monos y otras especies silvestres, se imponen ahora 124 hectáreas de cañaverales”.
Según el reporte, no solo el paisaje del territorio tacana cambió, sino el de todo el bosque de alrededor, donde ahora se cultiva caña. “Desde el inicio de la construcción de EASBA (en 2010) se deforestaron, hasta 2019, 4.573 hectáreas de área boscosa, según el estudio Agroindustria y Amazonía boliviana: El caso de la Empresa Azucarera San Buenaventura, de Daniel Robinson (Cedla, 2019)”.
El problema tampoco es ajeno de lo que ocurre alrededor del mundo. En agosto de este año, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), junto con la Alianza Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) publicaron “Pueblos Indígenas; sistemas alimentarios; adaptación al cambio climático; diversidad dietética; resiliencia; estudios de caso”, en el que se analizan los sistemas de alimentación de ocho comunidades indígenas del mundo.
El estudio reconoce los hábitos de producción y consumo de los sistemas de alimentación indígena que a través de los años han contribuido a la conservación. También alerta sobre las amenazas por las cuales atraviesan como el cambio climático, la migración rural-urbana, la transición hacia una economía más monetizada y el consumo de alimentos importados altamente procesados. Todas estas son consideradas como algunas de las problemáticas más graves que amenazan el futuro de los sistemas alimentarios de los indígenas, según datos que fueron recolectados del portal Infoamazonía.
En Bolivia, las políticas económicas actuales buscan ampliar la frontera agrícola y extractiva en favor de actividades extractivas como la minería, el petróleo y la agroindustria, empleando para ello la construcción de megaobras de infraestructura, como es el caso del Ingenio Azucarero San Buenaventura. El proyecto fue realizado sin los adecuados procesos de consulta previa, libre e informada, con insuficiente transparencia, y basado en limitada información sobre sus impactos ecológicos, sociales y económicos. Esto contraviene el convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, ambas reconocidas por la Constitución Política de Estado de Bolivia.
Si bien esta situación ha afectado de manera determinante a la alimentación del pueblo Tacana, este sector también ha tenido que lidiar con la contaminación de aguas debido al uso de agroquímicos y fertilizantes; tal y como se refleja en el reportaje “Tres Hermanos, comunidad indígena amenazada por la azucarera estatal”, elaborado por la Fundación TIERRA.
Mas información: Tres Hermanos, comunidad indígena amenazada por la azucarera estatal
Ante esta problemática, la apuesta de la Fundación TIERRA es de generar información y evidencia de los posibles impactos de las mega-inversiones sobre los derechos territoriales y el derecho a la alimentación de las poblaciones afectadas. El objetivo es que los diversos sectores puedan elaborar sus agendas y propuestas, e incidir en los procesos políticos locales, nacionales e internacionales a favor de sus derechos.