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Los campesinos y la palma aceitera, una convivencia irresuelta

La era de los biocombustibles no tiene quien le produzca la materia prima. ¿Debería utilizarse las tierras rurales para producir alimentos o combustibles? Ésta es la pregunta que fragmenta a los agricultores llamados a producir la palma aceitera.

Productores de la comunidad San Felipe exhiben la cosecha de papaya, uno de los frutos dominantes de Ixiamas.

Dentro del grupo de los campesinos de la Amazonía convocados por el gobierno nacional a cultivar palma aceitera o africana (elaeis gyuineensis), don Francisco es uno de los críticos. Señala con firmeza que introducir las palmeras dentro de las parcelas familiares es un desacierto previsible. Su reticencia nace de su experiencia siendo agricultor por años y años, en si décadas. Don Francisco Vargas, habitante de San Felipe, una comunidad intercultural asentada en el municipio de Ixiamas, Norte de La Paz, conoce muy bien los riesgos de adoptar cultivos desconocidos sin antes haber ensayado en parcelas demostrativas.

"El verdadero agricultor es juicioso, no se me mete así nomás a un cultivo nuevo, con ojos cerrados. Primero estudia si funciona o no", señala el agricultor de unos 50 años.

Desde 2021, el gobierno nacional, a la cabeza del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF), implementa en la Amazonía paceña un programa de discurso promisorio, pero de resultado controversial, para la producción de palma africana[1]. La meta gubernamental es habilitar más de 60 mil hectáreas de palma aceitera en tierras campesinas e indígenas con el fin de abastecer con materia prima a las plantas de biodiesel del El Alto y Santa Cruz.

Una parte de los pequeños productores, como Francisco, no está dispuesta a transformarse en palmicultor a tiempo completo y menos de forma repentina. A pesar de que en el Norte de La Paz la agricultura familiar aun batalla por abrirse un camino seguro, ellos objetan la instalación de viveros de palma dentro de su territorio. Las razones no son sólo el impacto ambiental o necesariamente los riesgos de deforestación, sino las amenazas a la producción de alimentos. La cuestión de orden estructural es que la palma aceitera contradice el sistema agrícola y forestal de la zona. 

¿Cuánto pagaría la palma aceitera?

Productores y productoras de San Felipe, después de trabajo colectivo.

Don Francisco es cafetalero casi de nacimiento y cree en el trabajo arduo. Las 19 familias de la comunidad San Felipe, al igual que Francisco, garantizan su subsistencia con el trabajo agrícola y nadie pasa hambre.  Francisco, inspirado en otras experiencias exitosas, junto a su esposa y sus cuatro hijos, recientemente, produce una variedad de hortalizas, vegetales que escasean en la región. Don Francisco no se ve así mismo siendo otra cosa que agricultor, ni ve a su comunidad siendo otra cosa. Nosotros somos agricultores, eso es lo que sabemos hacer bien, señala.

"El ganadero va a ser ganadero siempre, no va a cambiar su metodología de vida. Ellos no se dedican a sembrar cítricos, nada de eso, ganadería y punto", insiste Francisco como diciendo “zapatero a tus zapatos”.

Desde la fundación de la comunidad, hace 30 años (1992), los habitantes de San Felipe han encarado varias actividades económicas, entre ellas la extracción de madera hasta finalmente encontrar en la agricultura el punto de equilibro que daría respuesta a sus proyectos de vida comunal y familiar. Hoy cultivan una diversidad de alimentos como café, maíz, arroz, yuca, plátano, baluza y frutas que cuyo inventariado es extenso. Algunas familias compraron vacas, pero no dejaron de cultivar alimento. La sumatoria de las actividades les genera ingresos mensuales y anuales que les aproximan al umbral de salario mínimo del país (2.500 bs).

Todas las veces que los técnicos del INIAF se asomaron a la comunidad San Felipe, informaron que aquellas familias que vayan a transformarse en palmicultores tendrían ingresos asegurados por más de 20 años y por hacer poco o casi nada de trabajo agrícola.  Aunque el INIAF no tiene un plan de negocio o proyecciones financieras sobre cuánto un palmicultor ganaría mensualmente o anualmente, según ellos, lo importante es entender que la palma aceitera, como cultivo perenne, una vez trasplantada en tierra no demanda más labor. Lo que demanda un poco de atención es la cosecha de los frutos cada cierto tiempo y su entrega a las empresas estatales.

"Muy tentador", murmuraron algunos los productores mientras se reían.

Francisco suele preguntarse qué harán los agricultores durante los tres o cuatro años que las palmeras tardarán en madurar y alcanzar la etapa de la cosecha. Su preocupación de fondo es que los agricultores necesitan tener ingresos día a día, no sólo a largo plazo.

Además, las familias de San Felipe no terminan de comprender cómo las palmeras se mantendrían al margen de las malezas. En los últimos tiempos, en la zona, debido en parte al cambio de clima, se multiplicaron las hierbas malas y controlarlas es una contienda para los agricultores porque demanda uso intensivo de trabajo familiar e inversión de plata. En general, el control de la maleza por hectárea se cotiza en unos 4.000 bolivianos y esta labor se debe hacer cada tres meses. ¿Quién cubre este gasto? Son interrogantes sin respuestas.

¿Cuánta tierra se necesita para la palma aceitera?

Trabajo agrícola mecanizado en la comunidad San Felipe. 

El INIAF planea instalar más 10.8 millones de plantines de palma de aceite en 60.42 mil hectáreas dentro del territorio nacional (Decreto Supremo 4764). Ésta es sólo una proyección quinquenal (2022-2026), en realidad el plan gubernamental es más ambicioso. Para la era de los biocombustibles, la palma aceitera es una de las materias primas agrícolas priorizadas frente a otras alternativas como la jatropa, el macororó, la grasa animal o el aceite de cocina usado.

Las tierras que pertenecen a la comunidad San Felipe no son infinitas. La comunidad tiene una extensión total de 705.64 hectáreas, de las que casi la mitad es área boscosa. Cambiar su uso no es una tarea sencilla porque una facción de los comunarios acordó conservarlas. Cada familia tiene acceso de 30 a 40 hectáreas de tierra, y nadie puede tener más de esa superficie, según sus acuerdos comunales.

Las familias trabajadoras no rechazan la mecanización, de hecho, actualmente buscan mecanizar la producción de arroz, maíz y yuca, pero no son partidarias de grandes monocultivos. La caña de azúcar que había entrado a la comunidad hace 10 años de la mano de la Empresa Azucarera San Buenaventura (EASBA) no pudo romper la perspectiva de agricultura diversificada. Las familias no pudieron convivir con los nuevos cultivos comerciales, y hoy el proyecto azucarero es un fracaso, señala Francisco.

No hay estudios de rentabilidad económica y viabilidad técnica sobre el tamaño óptimo de parcela familiar para la palma. “No hay límite” o “destinen todo lo que puedan” suele ser la repuesta de los técnicos del INIAF cuando los productores preguntan sobre las superficies recomendadas. En 2022, el gobierno nacional propuso que los campesinos de la Amazonía destinen al menos 10 hectáreas por familia para el cultivo de la palma africana, pero ante la pasividad de los llamados a producir, se flexibilizaron los requerimientos de modo que hoy el interesado puede participar con la superficie que desee. ¿Media hectárea? ¿20 hectáreas? o ¿50 hectáreas? Depende de ellos.

"Muy teórico y poco práctico, los viveros han estado abandonados, como agricultores nosotros desconfiamos", dice Francisco.

En 2024, de las 19 familias agriculturas que viven en San Felipe, solo 3 familias le dijeron sí a la palma aceitera, pero a duras penas y ninguno planea destinar más de dos hectáreas porque en el fondo no están convencidos de convertirse en palmicultores, sino sólo de experimentar con el cultivo y evaluar su capacidad de adaptación. Mientras algunos comunarios del Norte de La Paz entusiasmados con las palmeras aceiteras creen que el nuevo cultivo podría ser la salvación frente a la agricultura magra de la zona, los de San Felipe sostienen que introducir la palma en grandes extensiones es un riesgo para la agricultura dado que esas tierras no volverían a cultivarse nunca más y los ojos de agua desaparecerían. Avizoran una pérdida definitiva, porque una vez introducidas las palmeras que tienen una vida de 30 años, el daño a las parcelas estaría hecho, argumentan.

En este contexto, a pesar de los varios esfuerzos gubernamentales, el programa de oleíferas está lejos de alcanzar sus metas, como indica la última investigación de Fundación TIERRA. Entre 2023 y 2024, el gobierno buscaba cosechar los primeros frutos de la palma aceitera, pero en junio de 2024 no se había cosechado ningún fruto; y sólo había 34 hectáreas de palmeras cultivadas en tierras campesinas en el Norte de La Paz.

¿Podría la palma aceitera convivir con la agricultura familiar?

Productores de San Felipe durante la siembra de “mucuna” para garantizar la recuperación de suelo. 

Los productores de San Felipe preguntan si la palma aceitera podría convivir con sus sistemas de producción actual y de forma sostenible. Es decir, si podrían integrar las palmeras dentro de sus parcelas con otros cultivos. Ninguna familia parece estar dispuesta a perder la tierra que les alimenta, ni desforestar sus áreas boscosas destinas a la conservación.

A los comunarios de San Felipe les tomó cerca de tres décadas posicionar la agricultura familiar diversificada, entonces para ellos introducir la palma aceitera es alejarse de ese esfuerzo colectivo. Según ellos, habilitar las palmeras implica despojar y reducir tierras de cultivo, y, por ende, la producción de alimentos. Esta es una cuestión paradójica en sí misma porque Bolivia cada vez importa más alimentos de origen campesino.

El INIAF no ha dado una respuesta definitiva sobre la posibilidad de producir palma en sistemas combinados como la agroforestería, silvopastoril o agroecología. Sus voceros indican que aún están estudiando esa posibilidad. Don Francisco no cree en caminos intermedios, más aún cuando ni se sabe si la Amazonía boliviana es apta para la palma aceitera a pequeña o mediana escala. "No todos los cultivos se adaptan y complementan automáticamente", señala. En caso de apostarse por sistemas integrales entre palma y alimentos, algún cultivo se sobrepondría y mataría al otro. ¿Los cultivos alimenticios sobre la palma o viceversa? ¿Quién cambiara a quién? Eso es lo que no sabemos, argumentan los productores en general.

Mientras el gobierno nacional se afana en resolver la crisis energética con la producción de agrocombustibles, la comunidad San Felipe acaba de elaborar su Plan de Vida Comunal 2024-2030, un documento de 87 páginas que traza detalladamente su visión de desarrollo a mediano y largo plazo. El documento señala “la comunidad busca alcanzar mejores condiciones de vida e ingresos económicos dignos, a través de producción agrícola mecanizada sostenible de cítricos, cacao, café, plátano y otros”.

Entonces ¿qué solución ofrecen los campesinos al gobierno? Empaparse previamente de campos experimentales de la palma de aceite, o sea, pruebas piloto, dicen. 

Francisco Vargas asegura que el éxito primero se planifica.

Don Francisco (de sombrero) durante el almuerzo comunitario en San Felipe. Los alimentos son maíz, papa, tunta y ají. 

[1] Una especie nativa del oeste de África, conocida más por hacer estragos de la selva tropical de África y Asia que por sus bondades.

Martha Irene Mamani es investigadora de la Fundación TIERRA.

 

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