Si bien la implementación de megaobras de carácter extractivo afectan directamente a las comunidades indígenas que están cerca de su territorio, dentro de esa colectividad, son las mujeres quienes sufren más riesgo y violencia, advirtió la socióloga Marta Irene Mamani. Sus criterios fueron realizados en el marco del curso nacional “Defensores de la Madre Tierra, derechos territoriales y megaobras”, que es organizado por la Fundación TIERRA en Cochabamba.
Mujer tacana muestra sus cultivos afectados por el rebalse de aguas que causan las megaobras.
“A veces las temáticas de medio ambiente se manejan de manera homogénea. Las megaobras generan afectaciones muy serias a las comunidades, pero esas afectaciones e impactos no se dan por igual, no caen por igual a hombres y mujeres (…). La situación de la mujer probablemente es mucho más vulnerable y la práctica nos ha mostrado eso”, manifestó Mamani, durante la primera jornada del curso.
Uno de los principales problemas que identifica la socióloga es que la decisión de la implementación de los proyectos (consulta previa) queda en manos de los hombres y por lo general a las mujeres se las relega de la toma de decisiones o que viertan su criterio. Una vez que se establece el proyecto, por la necesidad de mano de obra, son los varones los que acceden a los trabajos, lo que deja a las mujeres con mayor presión para atender el hogar y buscar alimentos.
Cuando la mano de obra no es suficiente para algún proyecto, por lo general lo que se hace es traer a personal foráneo, en su mayoría también hombres, para desarrollar esas actividades. En Bolivia, de cada 10 mujeres, tres viven en el campo.
“Las hermanas del norte de La Paz, que conviven con la empresa azucarera EASBA, han narrado como las afectaciones no solo son ambientales, sino también hay más problemas sociales; hay una afectación más a la cotidianidad. Por ejemplo, si la empresa necesita trabajadores y llegan de otras regiones y se abren bares, hay prostíbulos ocultos. Aquí surge la violencia a las mujeres, violencia sexual. Al momento de evaluar y discutir estos temas de las afectaciones de las megaobras, generalmente este tipo de riesgos adicionales no se los ve”, cuestionó.
La apertura de estos centros de “diversión”, también contribuye, en muchos casos, a la desintegración familiar, pues se incrementa el consumo de alcohol y las peleas transcienden al hogar.
“Estos riesgos no están contabilizados ni están en la parte de la prevención al momento de ejecutar una megaobra (…). Revisando la información a nivel internacional no hay estadísticas de violencia de género en áreas extractivas, y trabajar con los expositores mecanismos. Tampoco hay medidas concretas con esa mirada”, afirmó Mamani.
El establecimiento de estos proyectos también afecta el aprovisionamiento de alimentos. Las actividades caza, pesca y cultivo disminuyen. El acceso a agua también. Por “roles de género”, las mujeres son las encargadas de la alimentación familiar, por lo que se complica su tarea. También se produce el incremento de enfermedades debido a la contaminación (agua, suelos y aire), lo que puede producir un deterioro de la salud colectiva. También por “roles de género”, ellas son las encargadas del cuidado familiar.
Éstos son algunos de los problemas que se generan a partir del avance de megaproyectos o megaobras en las que participan gobiernos nacionales, departamentales, locales y transnacionales. Son proyectos de explotación de recursos naturales a gran escala que afecta a la tierra, bosques, recursos del subsuelo.
Ante esta situación, el curso “Defensores de la Madre Tierra: derechos territoriales y mega-obras”, busca fortalecer las capacidades de hombres y mujeres que viven del uso y aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y dedican su vida o una parte de su vida a la protección de la Madre Tierra.
La formación de Defensores tiene como estrategia denunciar el modelo destructor de la naturaleza y de los pueblos campesinos e indígenas y el conocer los peligros que representan las mega-obras y, sobre todo, las maneras en que se debe reaccionar y actuar. Son alrededor de 30 personas jóvenes, entre estudiantes y líderes indígenas de distintas partes de Bolivia los que participan del encuentro.
Primer dìa del curso de Defensores de la Madre Tierra, derechos territoriales y megaobras.