Pese al desgaste, ese ejjas de Eyiyoquibo buscan “existir” para el Estado

Desorientado, confundido, estresado. Así estaba Ignacio Julio Monasterios (48), indígena ese ejja de la comunidad Eyiyoquibo. El motivo: regularizar su documentación de identidad y la de sus hijos de 12, siete, cuatro, tres y un año quienes, por no contar con documentos, simplemente son inexistentes para el Estado.

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“No hemos sacado antes los documentos porque nos decían que había que ir a San Buenaventura, ir con ficha. Era una preocupación constante. También nos pedían pagar por eso y nosotros, la verdad no tenemos recursos. Aquí no hay como hacer un trabajo, menos hay dinero”, contó don Ignacio mientras se frotaba las manos en señal de nerviosismo o timidez durante la realización de su trámite. A ratos, hasta se mostraba como avergonzado de su situación y trataba de ocultar su mirada debajo de una desteñida gorra color verde. 

El 8 y 9 de diciembre en Eyiyoquibo, comunidad ese ejja que está a unos 10 minutos del centro poblado de San Buenaventura se hizo una campaña para la entrega de certificados de nacimiento y de cédulas de identidad que fue gestionada por la Fundación TIERRA. La actividad tenía carácter gratuito para los indígenas porque los Religiosos Asociados a la ONU (RUN por sus siglas en inglés) de Bolivia y los Misioneros Franciscanos de Justicia y Paz (JPI) otorgaron fondos para coadyuvar a los habitantes de Eyiyoquibo en sus trámites.

Hasta el lugar llegaron brigadas móviles del Servicio de Registro Cívico (SERECI) y del Servicio General de Identificación Personal (SEGIP) para apoyar en esta entrega de documentos. Los primeros se acomodaron en un ambiente que funciona regularmente como sala de reuniones de los ese ejjas. Allí se instalaron cuatro mesas de atención para apoyar en la tramitación de certificados de nacimiento y diversos documentos adicionales. Los segundos, se acomodaron en otro espacio que habitualmente funciona como aula para estudiantes de nivel inicial. Allí, un funcionario del SEGIP armó todo el equipamiento para la emisión de carnets de identidad.

Las jornadas de registro comenzaron temprano. Durante los dos días, decenas de personas, en su mayoría mujeres y niños hicieron fila, aunque para la mayoría era difícil mantenerse estáticos. Las personas que esperaban, llevaban en sus manos archivadores desgastados, sobres de plástico opacos, cuadernos que sirven de protección de algunos papeles que consideraban les podrían ayudar a obtener sus nuevos documentos. Como el procedimiento no era acelerado, la gente que hacía fila y luego se retiraba como muestra de impaciencia. 

Durante los dos días, don Ignacio estuvo caminando por sus trámites de un ambiente a otro. Se mostró temeroso para realizar consultas y en reiteradas ocasiones repetía la frase “difícil es”, como una forma de expresar lo complicado que resultaba para él y para su familia el adecuarse a los procedimientos, muy ajenos a sus vivencias.

La poca familiaridad que tienen los ese ejjas para realizar trámites se explica en su origen itinerante. Sus habitantes coinciden al recordar que antes vivían libremente transitando por territorios cercanos a las riberas de los ríos, donde consolidaron su vocación pesquera y no requerían seguir esos protocolos. Debido a esta situación, este pueblo se mantuvo por muchos años aislado de la sociedad dominante y del Estado.

El año 2000, la comunidad se instaló en un espacio fijo de 10 hectáreas dentro del área urbana del municipio de San Buenaventura donde comenzaron a sentir la limitación a ejercer la pesca y readecuar su vida. Desde el abordaje teórico, este pueblo se encuentra en situación de “contacto inicial”. Los pueblos indígenas que están en esta categoría mantienen un cierto nivel de contacto, y por su relacionamiento reciente no conocen plenamente ni comparten los patrones y códigos de interrelación social de la población mayoritaria.

En la actualidad, la comunidad de Eyiyoquibo está conformada por unas 400 personas. Para la realización de la campaña, semanas antes, se levantó una lista donde se registraron unas 165 personas que requerían cédulas de identidad. De ese grupo unas 120 correspondían a tramites nuevos, y el restante eran renovaciones por caducidad o por actualización de domicilio.

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“Esta es la segunda vez que venimos a este lugar. La anterior vez, incluso estuvimos con dos técnicos para registrar los carnets, pero estaba vacío y solo vinieron un par de personas de Eyiyoquibo. La mayoría que atendimos fueron personas de las comunidades vecinas y de los municipios de San Buenaventura y Rurrenabaque”, recordó Lucio Cachi, operador del Segip, quien esta vez se mostraba sorprendido por la cantidad de personas que esperaban su turno para ser atendidas.

Sin dinero no hay documentos

El principal problema por el que una gran parte de los pobladores de Eyiyoquibo no puede sacar documentos tiene que ver con la falta de recursos económicos. La comunidad, al ser una población en contacto inicial, aun no se adecua a las normas del estado. Su vocación pesquera, en la actualidad, les tiene yendo y viniendo hacia los ríos. Lo poco que obtienen vendiendo, en algunas oportunidades, pescado les ayuda a cubrir otras necesidades, como vestimenta y la compra de otros productos para su alimentación.

“Nosotros no tenemos trabajo. Apenas tenemos para alimentarnos, entonces no es fácil conseguir dinero. Con el apoyo en el pago de estos trámites puedo regularizar mi situación y la de mis hijos”, afirma don Ignacio. El primer día de la campaña tramitó la renovación de su carnet, que requería una copia de su certificado de nacimiento. La última vez que tuvo un carnet fue a sus 13 años, pero nunca lo volvió a renovar.

Don Ignacio, que tiene ocho hijos, no sabe explicar cómo sus tres hijos mayores obtuvieron documentos de identidad. Sin embargo, los menores desde los 12 ya no pudieron regularizar su situación debido a los problemas que tenía su padre.

“Antes nosotros vivíamos en chozas o carpas, somos ese ejjas originarios. Me casé a mis 15 años y mi esposa tenía 12 años. Tenía esas veces mi carnet de identidad, pero nunca renovamos. Cuando quise regularizar, me pedían 150 para ver lo de mi certificado de nacimiento, pero no tenía y lo dejé así”.

Para la hermana Gladys Montecinos, de la congregación Carmelitas Misioneras, las poblaciones indígenas que no cuentan con documentación son numerosas y la falta de recursos para la adquisición de documentos es una limitante que tienen no solo los ese ejjas de Eyiyoquibo, sino también varios otros pueblos indígenas como los tsimane´. Por este motivo, con el apoyo de las organizaciones religiosas anteriormente citadas, se hizo una primera campaña de carnetización el mes de noviembre que benefició a 200 habitantes del Subconcejo Tsimane´ Sector Yacuma. “Como no se concluyó el proceso, se pensó hacer una segunda fase en la que pudimos incluir también a los pobladores ese ejjas. Es importante que ellos tengan estos documentos, porque sin ellos son invisibles para el Estado”, afirma la religiosa.

Para Mario Paniagua, investigador de la Fundación TIERRA, otro factor que influye en que existan indígenas que no tienen documentos de identidad o certificados de nacimiento es que esos papeles no son su prioridad.  “Por las actividades que tienen, siguen yendo por el río, se van con sus familias, demoran meses, visitan otras regiones y luego vuelven para seguir subsistiendo, casi nunca usan esos documentos”, afirma.

Benjamín Parada (50), fue otro de los beneficiados en el marco de la campaña. “Mi papá andaba en todas partes y por eso no saqué. Mi padre y mi madre no vivían en la comunidad, sino en la playa, yendo de un lado a otro. Ellos no tenían documentos, menos yo, y así no más se han muerto. Yo tengo dos hijos varones uno de 26 que tiene su mujer y un hijito. Ellos tampoco tienen documentos. Mi hijo menor, de 21 años, ahora pudo sacar junto conmigo su documento”, afirmó en voz baja.

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El trámite para don Benjamín no fue sencillo. Al no tener certificados, debía avalar otros documentos de la misma comunidad y con ellos realizar procedimientos adicionales que no le fueron fáciles de comprender por más que le explicaran. La paciencia y orientación de algunos de sus vecinos ayudaron a que el indígena no deje su trámite. Para él, también fue un alivio que el procedimiento se realizara en la comunidad y que pueda aprovechar de avanzar con el trámite de su hijo.  

En criterio de Paniagua, el Estado tendría que generar un proceso adaptable y flexible para entregar documentos a los indígenas “Estos son pueblos con contacto inicial y necesitan que el Estado comprenda que no es fácil para ellos el ser carnetizados. Se requiere que puedan ser flexibles y abiertos ante la situación que viven ellos”, remarcó.

Debido a las limitaciones que los indígenas tienen para comprender cuáles son los requisitos, los procedimientos se demoraron, especialmente para los adultos. A este grupo le costó entender lo que los funcionarios les pedían y lo que debían completar. Tanto en los ambientes del SERECI como del SEGIP, los registrados se sentían nerviosos frente a las máquinas. Agachaban la mirada cuando realizaban las preguntas. Algunos no ubicaban lo que era una firma o cómo se la debe realizar porque no saben leer ni escribir.

En el caso de los niños, era visible una especie de ansiedad pues por su naturaleza inquieta no podían permanecer esperando en un solo lugar, mientras que otras varias decenas de menores correteaban libremente en medio de los pastizales del lugar. Ya durante su registro, también se observó que les ponían nerviosos el que haya una cámara fotográfica delante de ellos, aparato al que se les ordenaba mirar fijamente. Por eso, en la mayoría de los casos, casi automáticamente los pequeños se llevaban las manos al rostro para taparse y bajaban la mirada, ante la impaciencia de sus padres, que intentan corregirles gritándoles en su idioma, como muestra también de ansiedad. El llanto fue una de las escenas más repetidas en esa jornada.

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¿Cuáles son las mayores dificultades para realizar estos registros?, se consultó a Miguel Pablo, coordinador de la brigada del SERECI. El funcionario observó el hecho de que las personas hubieran estado “dispersas” durante el servicio y que no se queran “quietas” para terminar sus trámites. Escuetamente dijo que en su mayoría “son casos que se tienen que analizar en el momento y que se necesita que las personas estén atentas a conocer requisitos”.

Pablo buscó agrupar a las personas adultas que no cuentan con certificados de nacimiento para explicarles los procedimientos en conjunto, pero su requerimiento no fue atendido. “Vienen de gota en gota, se podría decir ahí es el problema”, señaló.

Entre varias idas y venidas, otro de los beneficiados de la campaña fue Juancito Game Moreno (32), quien recordó por sus experiencias en viajes lo complejo que es vivir sin documentos. “Mis papás se han muerto y por eso no he sacado certificado. Cuando quise intentar, no tenía dinero. No entendía lo que pedían. Menos podía sacar carnet. Yo me dedico a la pesca, yendo de aquí para allá por el río, por la playa, no sabía cómo hacer los trámites. Una vez me pidieron identificación, pero no tenía nada”, relató.

Oscar Lurici, capitán grande de Eyiyoquibo, trataba de organizar a las personas que buscaban sacar  sus documentos. Su voz fuerte destacaba y lograba, a ratos, captar la atención de los adultos, lo que se desvanecía con el pasar de los minutos. Afuera, la charla de las mujeres y varones en su idioma originario y el ruido de los menores jugando fueron constantes durante los dos días.

El representante explicó que en la comunidad existen personas que tienen diversos problemas para obtener documentos, el principal, el reconocimiento de los padres. “Más o menos tenemos calculado que unas 50 personas adultas mayores no tienen documentos. A ellos les hemos querido apoyar, porque por su situación luego sus hijos y nietos no pueden acceder a nada. Como los menores van a las escuelas, están obligados a registrar a los niños. Para reconocimientos de los padres, cuando son adolescentes, se hacen también cobros adicionales e implican, incluso, procesos que son costosos”, destacó.  

Fernando Cartagena (45) relató que por no entender la forma de registro no pudo sacar su certificado de nacimiento. “Aquí vinieron varias comisiones un día, pero la gente de los pueblos hacía fila y nosotros no teníamos explicación y no podíamos sacar nada. Ahora que tengo mi certificado y carnet podré regularizar la situación de mis dos niñas pequeñas. Tengo tres hijos que son grandes, pero ellos tienen papeles porque aparecen en su certificado con los datos de su mama”, relató brevemente para luego salir corriendo a otro punto desde donde le gritaban que era el turno de uno de sus pequeños.   

Para Lurici fue positivo que se haya podido realizar un trabajo coordinado entre el SERECI y el SEGIP en la comunidad, sin embargo, lamentó que solo hayan sido dos jornadas para registrar a los indígenas. “No va a ser suficiente y me quedo muy triste porque muchos otros hermanos de la comunidad se van a quedar sin documentos. El gobierno, las autoridades competentes deberían ampliar los tiempos para que los habitantes de los pueblos indígenas puedan registrarse. Aquí, porque estamos dentro de la comunidad, están pudiendo realizar sus documentos con algo de confianza, pero si estuvieran fuera, hay mucha discriminación”, señaló.

Irene Mincel (48), era una de las personas que requería la renovación de carnet. Ella contó que la última vez que sacó el documento tenía 16 años. “Tuve cinco hijos vivos y seis muertos, de ellos ninguno tiene carnet de identidad, porque su papá tampoco tiene documentos. Estamos tratando de regularizar. la gente siempre pregunta por el carnet”, relató angustiada con la voz baja y entrecortada.  

Algo similar pasó Avila Serato —una mujer que logra ingresos haciendo artesanías— cuyo trámite fue más largo porque debía corregir un error en el apellido de su mamá que estaba mal escrito. “Tengo cuatro hijos, pero tampoco tienen documentos. Por ese motivo cuando entregaban alguna ayuda, no me ha tocado ningún beneficio. Ahora que nos están apoyando con los gastos quiero aprovechar”, apuntó.  

Nuevos individuos con derechos 

El derecho a la identidad es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano y es primordial para poder beneficiarse de los otros derechos fundamentales y en la región de Eyiyoquibo se logró otorgar este derecho a varios de sus integrantes.

El representante del SERECI evitó dar información sobre cuántos certificados de nacimiento gratuitos se extendieron durante las dos jornadas, pese a las reiteradas solicitudes, sin embargo, por los datos de los mismos beneficiados, se calcula que se extendieron alrededor de 25 documentos. Por otro lado, gracias a las tramitaciones pagadas por las organizaciones religiosas se posibilitó que 11 personas mayores obtengan sus certificados de nacimiento.

En el caso del SEGIP, se entregaron en total 102 carnets de identidad. De esa cifra, 68 corresponden a documentos nuevos y los restantes 34 refieren a renovaciones y cambios de domicilio. Un bebé de cuatro días fue el más joven integrante de la comunidad que obtuvo su carnet de identidad por primera vez, mientras que un adulto de 50 años fue el de más edad en conseguir su cédula, también por primera vez.

Para la hermana Gladys, mientras los indígenas sigan indocumentados, seguirán siendo invisibles para el Estado. “Y ese ha sido el principal problema para que se produzca el despojo de sus territorios. Entonces es importante no solo porque los reconoce como sujetos de derecho, como personas, sino porque a partir de ahora pueden ejercer a un derecho a pedir territorio. Preocupa más la situación de los adultos, porque cuando no tienen documentos, sus hijos y nietos también están condenados a no gozar ningún derecho”.

La religiosa también reflexionó sobre las formas en las que el Estado debe relacionarse con las comunidades. “No se les puede exigir lo mismo que se le exige a una persona en la zona urbana en la ciudad. Ellos no hablan casi el castellano y se confunden. Requieren mucha paciencia. El personal debería ser capacitado para atenderlos”, remarca.

Ernesto Huajhuajo (34) contaba con documentos de identificación, pero no tenía recursos para tramitar la de sus hijos. Durante la campaña pudo sacar los carnets de sus tres pequeños. “Andamos por los ríos, en pesca, no sabíamos y no podíamos hacer los trámites”, contó, mientras se apuraba a marchase rumbo a su vivienda.  

Ya casi al terminar la segunda jornada de trabajo, en los ambientes comunes de la comunidad de Eyiyoquibo ya no habían filas porque se anticipó que el servicio ya cerraría. Solo los niños continuaban jugando en los alrededores y uno que otro adulto asomaba la cabeza para preguntar cuándo se volvería a hacer una campaña.

Paniagua resaltó que para las instituciones que trabajan con sectores indígenas como la fundación TIERRA es importante promover que la población obtenga estos documentos. “Cuando se hacen demandas de tierras el personal del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) viene a registrar y toma en cuenta solo a los que tienen documentos. Entonces, los demás, por más que estén aquí físicamente, no son tomados en cuenta. Es como si no existieran”, precisó.  

En criterio del representante de TIERRA, para que se alcancen buenos resultados en la carnetización no solo se requiere el acompañamiento de las instituciones, sino un compromiso de apoyo con calidad humana que entienda su realidad y que también se colabore con los gastos.

“Aquí y en muchos lugares es difícil que la gente destine recursos cuando no tienen ni siquiera recursos para alimentarse. Mientras siga esta situación seguirá habiendo indocumentados. En Pilón Lajas había señoras que no tienen ningún documento y tenían que hacer una especie de juicio para su carnet. Ellos no tienen la más remota idea de cómo hacer esos procesos y sus costos. Si al menos hubiera una oficina encargada de ellos, tendrían más oportunidades”, remarcó, mientras se preparaba para partir de la comunidad que retornaba al silencio de la naturaleza y a su normalidad.

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