Miguel Urioste: El proceso marcó la historia y aún enfrenta desafíos para la agricultura sostenible familiar

La Reforma Agraria en Bolivia cumplió 70 años este 2 de agosto. Este hecho, en criterio del investigador Miguel Urioste, marcó un hito al ser uno de los acontecimientos más trascendentales en la historia republicana de Bolivia y hasta la fecha, en el marco del Estado Plurinacional, todavía enfrenta desafíos, principalmente para consolidar la agricultura sostenible familiar.  

“Fue un proceso de acumulación social, político, cultural de las mayorías quechua y aymaras del país. Ha habido reformas agrarias en diferentes países de Centroamérica, pero puedo afirmar con certeza de que ninguna ha sido tan profunda y tan radical como la boliviana. Entonces, a estas alturas, transcurridos 70 años, lo importante es rescatar que fue un momento providencial, un momento que consolidó la agricultura familiar, las comunidades campesinas e indígenas, la libertad de movilización y de trasladarse de un lugar a otro, devolvió las tierras a las comunidades y a los campesinos, tanto en propiedad familiar como en propiedad comunitaria”, resaltó.

El proceso agrario se abrió paso en Bolivia con tres principales objetivos: proporcionar tierra de labrantía a los campesinos que no tenían o tenían escasamente para generar una estructura de tenencia de la tierra más equitativa; crear las condiciones para una mayor producción y productividad del sector agropecuario; y liberar a los trabajadores campesinos de su condición de siervos. A diferencia de otras reformas agrarias en América Latina, para Urioste, el proceso boliviano fue radical y profundo, poniendo fin al sistema de pongueaje y latifundio que había caracterizado la explotación agraria y minera del país

En esa línea, uno de los objetivos más importantes de la norma fue promover la agricultura, pero el Estado no dio seguimiento posterior con las políticas para apoyar las tareas para fortalecer esta labor y dejó a los campesinos y a los indígenas librados a su suerte.

“Lamentablemente, el desarrollo agropecuario en el Altiplano y los Valles tiene un nivel de atraso muy grande. En gran medida esto es debido a las condiciones geográficas, a las dificultades del medio ambiente, pero también a que en Bolivia ha reinado siempre las políticas económicas que han favorecido a las ciudades y no ha habido nunca en la historia boliviana un estímulo directo a la agricultura familiar de los nuevos campesinos libres desde la reforma agraria. Entonces esa es todavía una tarea pendiente”, afirmó.

Mientras, que en los valles y altiplano se abandonó a los campesinos, el investigador considera que el Estado invirtió en carreteras, en ingenios y promoviendo cultivos agroindustriales que generó un dinamismo muy importante en el oriente del país y particularmente en Santa Cruz.

Consultado sobre el avance del saneamiento, Urioste sostuvo que es urgente terminar con proceso, aunque consideró que es una tarea compleja porque es el área más difícil de sanear porque el INRA dejó de lado las áreas de conflicto, de sobreposición de linderos, de conflictos por derecho de propiedad entre pequeños propietarios, entre comunidades, entre varios otros.

“Es la parte del conflicto, de la pugna, de la confrontación, de la pelea entre distintos tipos de productores. Este proceso tiene que ser transparente, tiene que ser objetivo y tiene que hacerse aplicando las normas. Lastimosamente, desde que el MAS ha tomado el poder, no ha funcionado nunca la Comisión Agraria Nacional ni las Comisiones Agrarias Departamentales, que son las instancias encargadas de supervisar la aplicación de la ley”, remarcó.

Por otro lado, señaló que existen tareas paralelas, ya no tanto de redistribución de la tierra, sino más bien de estímulo a la producción mediante capacitación, investigación, apertura de mercados, subsidios, inversiones de toda naturaleza”, apuntó.

En su criterio, en la última década se han hecho esfuerzos por aumentar el riego como un factor estructural que cambie la dinámica productiva en el agro del Bolivia, pero fueron esfuerzos aislados, desconectados de las demandas sociales y en muy pocos como un factor determinante del salto en la productividad y el aumento en la producción agropecuaria.

“El problema es que no es negocio ser campesino, no es negocio ser agricultor. Hoy en Bolivia entran enormes cantidades de contrabando de alimentos de todos los países vecinos. Verduras, tubérculos, de todo tipo de frutas que son producidas en los países vecinos a un nivel de productividad mucho más alto que en Bolivia, no conviene producir en el país porque es más barato importarlas de afuera”, enfatizó.

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