El mensaje es que su política de “industrialización con sustitución de importaciones” ya está dando resultados positivos, pero despierta más dudas que certezas.
Finalmente, el presidente Luis Arce habló de economía. Su reciente aparición en Cadena A es la primera entrevista concedida a un medio privado. Apremiado por la escasez de dólares, los problemas de liquidez y los pronósticos de desaceleración económica, se apuró en justificar y ratificar las medidas actuales: no devaluará la moneda nacional, no modificará los precios de los combustibles y sostendrá las subvenciones estatales.
El mensaje presidencial es que los problemas a la vista son pasajeros porque su política de “industrialización con sustitución de importaciones” ya está dando resultados positivos y será aún más exitosa en los próximos años. Pero este mensaje despierta más dudas que certezas debido a la debilidad de los argumentos expuestos.
Primero, afirmó que el superávit comercial de los dos últimos años (2021 y 2022) se debe a la sustitución parcial de los productos importados por los industrializados. Si bien las exportaciones fueron efectivamente mayores a las importaciones, la razón principal es la duplicación de las exportaciones del oro entre el 2020 y 2021, pasando de 1.229 millones de dólares a 2.500 millones. El 2022 escaló hasta 3.000 millones de dólares.
Por su parte, las importaciones también crecieron, pero a un ritmo menor. Entre el 2020 y 2021 aumentó en 2.662 millones de dólares y en 3.426 millones entre 2021-2022, lo que implica una marcada tendencia al alza. La brecha entre exportaciones e importaciones se achicó de un año a otro. La muestra de ello es que el superávit comercial cayó de 1.462 millones de dólares del 2021 a 604 millones para el 2022. El aumento de la importación de combustibles explica la tendencia reciente hacia el déficit comercial.
En suma, el saldo positivo de la balanza comercial ha estado influenciado fuertemente por el aumento repentino de las exportaciones de oro, por lo que sigue siendo volátil y sin correspondencia alguna con la política de industrialización. El oro nunca fue parte del Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP).
Segundo, el presidente habló de la producción de biodiesel y “diésel ecológico” como una solución de fondo para frenar la fuga de divisas y reducir la subvención estatal a los combustibles. Señaló que el biodiesel a obtenerse a partir de la soya, jatropa, aceite reciclado y otros, sustituirá entre un 40% a 60% de la demanda interna.
Sin embargo, estas cifras son más que problemáticas sabiendo que Estados Unidos, el gigante mundial de los biocombustibles, se provee de biodiesel hasta un 4% del consumo nacional y Brasil llegó hasta un 10% de abastecimiento luego de tres largas décadas de grandes inversiones. Además, varios estudios internacionales sobre el tema concluyen que, en la actualidad, el negocio de los biocombustibles no es una alternativa realista ni viable frente a la energía fósil.
Tercero, destacó como su primera medida de reactivación el programa “Si Bolivia” implementado el inicio de su gobierno. Es un fondo de 131 millones de dólares creado por decreto para créditos destinados a la sustitución de importaciones, con plazos de hasta 15 años y desde una tasa de interés de 0,5% anual. En realidad, este programa no es nada nuevo ni distinto a los créditos del Banco de Desarrollo Productivo (BDP). Al margen de que el monto es insignificante, si se quiere cambios estructurales en la matriz productiva, el problema mayor es que estos créditos y los otorgados por el BDP acabaron reforzando el modelo primario-exportador, en lugar de promover la transición hacia la industrialización para sustituir las importaciones.
Una evidencia concreta de ello es que el 72% de los créditos de primer piso del BDP favoreció al sector agropecuario; es decir, a los soyeros, ganaderos y comunidades interculturales implicados en la agricultura extractiva, la deforestación y el agronegocio.
Cuarto, el mandatario presentó algunos datos imprecisos que no son admisibles para una evaluación económica medianamente aceptable. Las reservas internacionales netas (RIN) de Paraguay y Ecuador estarían igual o peor que de Bolivia. Ante una de las pocas preguntas insistentes del entrevistador, indicó que el RIN nacional está en torno a 3.000 millones de dólares, lo que difiere bastante con respecto a los otros dos países mencionados. Paraguay cerró el año 2022 con 9.718 millones de dólares en reservas, mientras que Ecuador reportó 7.925 millones para finales de febrero de este año. Es decir, ambos están bastante mejor que Bolivia.
Varias promesas giraron en torno al litio. El gobierno nacional habría llegado a acuerdos comerciales ventajosos para la explotación e industrialización del mineral. Sin embargo, no se mencionó por qué el aprovechamiento de este recurso natural acumula rezagos de varios años. Mientras que Chile exportó litio por un valor de 7.763 millones de dólares el 2022, Bolivia alcanzó apenas 37,8 millones en el mismo periodo.
El desempeño boliviano ha sido muy pobre comparado con el país vecino y otros grandes protagonistas del sector, pero las promesas presidenciales apuntan a escenarios futuros superiores a la situación de los actuales exportadores de litio.
Estas y otras inconsistencias que emergen de la entrevista no solo corroboran la fragilidad de la propuesta de “industrialización con sustituciones de importaciones”, sino que es necesario preguntarnos si el presidente y sus colaboradores creen genuinamente en su plan económico o saben que más bien es una cortina de humo para ocultar la solución por el desastre; es decir, administrar con promesas falsas la crisis económica hasta el punto en que sea insostenible.
En cualquier caso, ambas posibilidades son preocupantes.
Gonzalo Colque es investigador de la Fundación TIERRA.
Publicado en Página Siete 16/04/2023.