¿Quién necesita dólares?

Muchos bolivianos se preguntan por qué existe tanta desesperación por conseguir dólares. Y si tenemos como marco de referencia la vida cotidiana, tiene sentido dudar del ajetreo o incluso podemos llegar a creer en las teorías conspirativas de los políticos irresponsables. Si uno tiene ingresos en bolivianos y gasta en bolivianos, a primera vista no existe necesidad de tener dólares en el bolsillo para que siga girando la rueda de la economía.

Sin embargo, basta una mirada menos precipitada para constatar, por cuenta propia, que la mayor parte de los productos que están a la venta son importados o contrabandeados, desde las mercaderías fabricadas en China a precios imbatibles, pasando por los alimentos de consumo masivo o los procesados, hasta los productos de alta tecnología como los teléfonos celulares o las computadoras. Esto significa que los comerciantes, importadores y contrabandistas necesitan dólares para comprar la mercadería. Y da lo mismo si el exportador chino acepta ahora yuanes, porque sigue siendo una moneda extranjera.

Y como cualquier otro país, Bolivia necesita exportar si quiere importar; es decir, tiene que obtener ingresos en dólares para luego gastar en dólares. En consecuencia, a menor exportación corresponderá menor capacidad de importación, por lo que, al menos en papeles, la escasez de dólares no debería ser un dolor de cabeza inmanejable. Las cifras del 2023 corroboran que, en efecto, hemos exportado menos que el año anterior, pero nos hemos resistido a reducir las importaciones. La exportación cayó de 13,6 mil millones de dólares a 10,8, lo que significa una variación porcentual de -21%. Por su lado, las importaciones bajaron de 11,8 mil millones a 11,5 mil millones de dólares; es decir, un -3%. Por lo tanto, está por demás justificado que haya escasez de dólares.

Entonces, ¿de dónde estamos sacando dólares para importar por encima de las exportaciones? El sector privado no se financia con inversiones o préstamos externos o en dólares y, básicamente, está obligado a ajustarse según las fuerzas del mercado y las políticas intervencionistas del gobierno. En tanto, el sector público tiene un panorama color hormiga. Está obligado a financiar gran parte del déficit del comercio exterior y lo hace mediante endeudamiento interno y externo, agotamiento de las reservas del Banco Central de Bolivia (BCB) y limitando el acceso de la gente a sus ahorros en dólares en el sistema financiero. La medida más reciente es la venta del “Bono BCB en dólares” pero, de aquí a tres meses, tendrá que comenzar a devolver los bonos al público, en dólares y con tasas de interés iguales o mayores al 4,5%.

El gobierno nacional necesita dólares desesperadamente, más que los importadores, más que los contrabandistas, más que el ahorrista en dólares. Al final de cuentas, si hay menos dólares para importar, las fuerzas del mercado obligarán al consumidor a ajustarse a la nueva realidad. Pero el gobierno no puede darse ese lujo de reducir sus importaciones según la menor capacidad exportadora, por una simple razón: es el agente económico responsable de importar combustibles en volúmenes iguales o mayores al año anterior. Para ello, necesita más de 3.000 millones de dólares por año, no yuanes ni bolivianos, para abastecer razonablemente de gasolina y diésel el mercado nacional. Antes no tenía ese problema porque el gas natural generaba abundantes ingresos en dólares, mientras que los gastos en subvención eran bastante menores.

La escasez de dólares llegó para quedarse por largo tiempo, no meses sino años y el sector público es el más necesitado. El gobierno está obligado a buscar dólares donde sea y como sea, no sólo para importar combustibles, sino también para pagar la deuda externa durante los próximos 20 a 30 años. Las bochornosas peleas de los asambleístas representan una imagen gráfica bastante precisa de la desesperación gubernamental por conseguir dólares.    

 

Gonzalo Colque es investigador de la Fundación TIERRA.


Artículo publicado en Brújula Digital, 1 de marzo de 2024.

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