Oficialmente, el gobierno acaba de comunicar que la economía nacional creció en 3,1% durante la pasada gestión 2023. Este resultado supera todas las previsiones de los organismos internacionales y, de ser cierto, daría a entender que Bolivia es un fenómeno económico extraordinario, una economía situada por encima del promedio latinoamericano y cercana a los países asiáticos industrializados. Pero, ¿realmente es así?, ¿el 2023 ha sido un año de crecimiento? Revisemos algunos indicadores y variables.
Para empezar, está el comercio exterior como uno de los componentes centrales. En 2023, las exportaciones cayeron un -20% con respecto al año anterior y las importaciones un -3,2%. Además, el saldo comercial fue negativo (-570 millones de dólares), lo que significa que hemos gastado más dólares en importar que los obtenidos por exportar. En efecto, en 2023 hemos exportado menos gas natural, menos soya y menos oro. Por lo tanto, el desempeño del comercio exterior registró números rojos.
Segundo, la demanda interna es otro indicador clave. El gobierno afirmó que aumentó en 2,56%, lo que obviamente incide en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Pero, ¿A qué se debió el aumento? Ante todo, refleja el crecimiento del gasto de las familias en servicios básicos, transporte, educación, telecomunicaciones y también del gasto público. La demanda interna creció por el alza de las tarifas de servicios que son inevitables para el consumidor, como la energía eléctrica y agua. El aumento de la demanda interna sería una buena noticia si hubiera estado motivado por una mayor producción nacional, pero todos sabemos que el aparato productivo está estancado desde hace varios años.
Tercero, la tasa de inflación del 2023, que no supera 2,12%. Este indicador se utiliza como deflactor para convertir el crecimiento nominal del PIB en crecimiento real. A mayor tasa de inflación corresponderá menor crecimiento económico. Por eso le interesa al gobierno manipular la inflación para minimizarla y por eso la gente desconfía de las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE). Una tasa tan baja significa que los precios han sido extraordinariamente estables, lo que no concuerda con alteraciones de alto impacto, como la subida de la cotización del dólar en al menos un 30% en el mercado no regulado, las listas de precios reajustados al alza de parte de los importadores reajustaron o las nuevas tarifas de los servicios financieros y bancarios. Si la tasa de inflación fuera un 3%, el crecimiento económico no llegaría ni al 2%.
Cuarto, un indicador indirecto es la recaudación tributaria. En 2023, la recaudación en el mercado internó aumentó en 161 millones de bolivianos con respecto al año anterior. Esta cifra representa un crecimiento porcentual de 0,5%. Además de que es la cifra más baja registrada de los últimos tres años, está por debajo de la tasa de inflación (2,12%), por lo tanto, el crecimiento real de las recaudaciones tiene que ser negativo.
Otro hecho que genera desconfianza es el manoseo de las estadísticas por parte de las autoridades del gobierno nacional. El primer mandatario insinuó que el crecimiento de 3,1% del PIB se debe a la capacidad productiva del país. Ya vimos que esto es falso. El ministro de planificación no tuvo reparos al decir que “hemos decepcionado a los organismos internacionales porque crecimos más de lo que esperaban en sus proyecciones”. Lo más preocupante es que el crecimiento del PIB está siendo utilizado para negar la crisis económica y ocultar el fracaso de las medidas económicas implementadas en el gobierno de Luis Arce.
La contradicción que existe entre la economía en papel y la economía real se puede constatar en el comportamiento bipolar de las autoridades. Un día hablan de crecimiento extraordinario y al otro día admiten que “no hay plata”. Un día elogian el modelo económico y al otro discursan que “el gas se agotó”. No se complican al asegurar que la industrialización tiene avances positivos y, a la vez, informar sobre los fracasos millonarios de los proyectos de litio.
La verdad incómoda es que el desempeño de la economía boliviana es pobre, las estadísticas cada vez menos creíbles y las políticas económicas son mediocres, por decir lo menos.
Gonzalo Colque es investigador de TIERRA.
Artículo publicado en Brújula Digital, 10 de mayo de 2024.