El estancamiento económico del departamento de La Paz se hace más evidente con el agotamiento de la economía extractiva. Es tiempo de evaluar el estado de situación y explorar nuevas oportunidades.
A la luz de algunos datos y hechos, el departamento de La Paz tiene un desempeño económico preocupante. Perdió el liderazgo económico en 1997, cuando Santa Cruz pasó a ocupar el primer lugar con la rápida expansión de la agricultura mecanizada. La brecha entre ambas regiones se agrandó en los últimos cinco años. Los altos precios internacionales de las materias primas agrícolas, principalmente soya, y los costos de producción subvencionados con diésel barato favorecieron a la economía cruceña. Y como es de esperar, La Paz dejó de ser el departamento más poblado de Bolivia. Desde hace diez años, Santa Cruz no solo ocupa el primer lugar, sino que crece a mayor ritmo.
Todo esto tiene lugar en un contexto marcado por el boom de la economía extractivista. El aumento repentino de los ingresos por hidrocarburos, materias primas agrícolas y minera agrandaron la economía boliviana, aunque de forma desigual. La Paz creció influenciado por la expansión del gasto público, la administración pública, los servicios financieros y servicios conexos. No goza directamente de regalías hidrocarburíferas que dinamizan las economías de Tarija o Santa Cruz. Las grandes inversiones públicas, como la planta azucarera de San Buenaventura siguen engrosando la lista de ‘elefantes blancos’.
No debemos olvidar que las dos grandes ciudades, La Paz y EL Alto, tienen una historia estrechamente conectada con el fenómeno de descampesinización de las zonas rurales del departamento. El aparato productivo naciente del siglo pasado, las industrias y manufacturas de los años ochenta, no lograron generar empleos suficientes, lo que condujo a la informalidad y precariedad laboral. El extractivismo reciente alivianó esta situación, pero no resolvió los retos económicos del departamento.
La Paz, para encarar su reto histórico de rediseñar e implementar su matriz económica, tiene que ir más allá del sector público y la economía extractiva. Concretamente, entender los efectos nocivos que conlleva el dinero fácil proveniente de la extracción de recursos naturales, como la menor capacidad de exportación diversificada, la pérdida de competitividad o la sustitución de los productos nacionales por importados y contrabando.
* Gonzalo Colque es investigador de la Fundación TIERRA.
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