¿Por qué occidente, teniendo sectores extractivos de igual importancia, no llega a replicar ese éxito? ¿Cuál es su secreto?
Es bien sabido que Santa Cruz lidera la economía nacional, luego de haber rebasado a La Paz hacia el año 2000. Es la región con mayor movimiento económico, el principal exportador y el mayor productor de alimentos. Santa Cruz, también es el polo de atracción de mayor importancia para la migración interna de población e inversiones.
El motor estratégico es la agricultura de exportación. Es un sector de la economía extractivista, pero no es el único. Los otros dos sectores, el hidrocarburífero y el minero, están en el occidente. Juntos constituyen los tres pilares fundamentales del modelo primario-exportador. En otras palabras, la economía extractiva no es algo exclusivo de Santa Cruz. Entonces, por qué el occidente, teniendo sectores extractivos de igual o mayor importancia, no llega a replicar el éxito económico cruceño. ¿Cuál es su secreto?
Las explicaciones cruceñas son bastante conocidas y casi siempre las mismas. En el aislamiento del resto de Bolivia, se habría forjado una sociedad cruceña libre de cooperativas y comités cívicos, libre de organizaciones partidarias, gremiales, sindicales y otros “males” propios del occidente. A pesar de los cambios, esta narrativa regional sigue en pie entre varios círculos cruceños. Por otro lado, las interpretaciones no cruceñas, por lo general resaltan el papel protagónico de la agroexportación.
En esta mirada, el éxito regional estaría explicado por los abundantes recursos naturales (tierra, bosques, agua), el Plan Bohan, las deudas condonadas del extinto Banco Agrícola y las inversiones nacionales y extranjeras.
Pero, si afinamos el análisis, estas explicaciones son insuficientes, en lo fundamental, debido a que pierden de vista el papel de las economías extractivas del occidente y el rol del Estado. Para avanzar, la respuesta que vamos a ensayar y sostener es que la clave del éxito cruceño está en que mientras las ganancias extraordinarias del agro son encapsuladas dentro de la esfera regional, las rentas hidrocarburíferas y mineras acaban en la esfera estatal y en manos de sus socios transnacionales. En esencia, esta bifurcación de la renta extractiva provoca el desigual crecimiento económico entre Santa Cruz y el resto de Bolivia.
En primer lugar, no son iguales los mecanismos de transferencia al Estado de las rentas extractivas. Los dos sectores del occidente están sujetos a varias obligaciones impositivas. El impuesto directo a los hidrocarburos grava el 32% de la producción total, el impuesto especial recauda la tercera parte de las ventas de combustibles, el impuesto a las utilidades retiene el 25%, el impuesto minero hasta el 12,5%; además de varias regalías. El 2021, el sector de hidrocarburos transfirió al Estado cerca de 1.361 millones de dólares y el minero alrededor de 305 millones de dólares.
En contraste, el impuesto a la renta agraria es mínimo. Los agropecuarios cruceños se acogen al Régimen Agropecuario Unificado (RAU), un combo que unifica y sustituye al impuesto al valor agregado, transferencias y utilidades. Pagan anualmente en torno a cuatro dólares por hectárea. Comparativamente, este impuesto agropecuario está muy lejos del 30% sobre las ganancias que paga el productor soyero de Argentina o del hasta 25,5% en el caso de su par brasileño.
La recaudación por concepto de RAU, sumó sólo 4,8 millones de dólares el 2021, lo que no equivale ni al 1% de la recaudación hidrocarburífera, ni al 2% del minero.
Segundo, Santa Cruz es el principal beneficiario de la subvención a los combustibles, en especial por el diésel. El 2022, el gobierno subvencionó más de 1.700 millones de dólares, de los cuales el 70% destinó al diésel. Los dueños de la agricultura mecanizada, la agroindustria y el trasporte pesado se beneficiaron con cientos de millones de dólares. Aproximadamente, el agro cruceño usa unos 350 millones de litros de diésel por año, y asumiendo una subvención de un dólar por litro de diésel, el beneficio privado alcanza a unos 350 millones de dólares anuales, lo que es como la mitad de los sueldos y salarios de toda la policía boliviana (algo más de 700 millones de dólares el 2022).
Tercero, mientras las rentas del occidente financian los gastos del aparato estatal, improductivos cuando se trata empresas públicas, la renta agraria queda encapsulada dentro de la esfera privada e influye en el capital productivo cruceño. Al tiempo que las riquezas de Tarija y Potosí se malgastaron en la burocracia estatal, la renta agraria capitalizó la agroindustria privada, transformó las haciendas ganaderas y atrajo más inversiones y ahorros. Se avizoran señales de formación, todavía incipiente, de una economía capitalista regional.
De esta manera, Santa Cruz se consolida y crece, a diferencia del occidente donde el dinero fácil del rentismo no trascendió más allá de la esfera pública e improductiva. Una excepción reciente podría surgir a partir de los cooperativistas mineros.
La “fiebre del oro” que se apodera del norte de La Paz se parece bastante al modelo cruceño por contribuir marginalmente al sostenimiento del sector público. El 2022, los cooperativistas auríferos, teniendo ganancias millonarias al exportar por un valor superior a 3.000 millones de dólares, llegaron a pagar en regalías no más de 70 millones de dólares.
En suma, los elementos centrales que explican el éxito del modelo cruceño son los privilegios impositivos, la subvención a los combustibles y los incentivos y oportunidades generados por la retención de la renta agraria dentro del sector privado. La economía extractivista de Santa Cruz está liberada de la pesada carga de sostener la aparatosa maquinaria estatal. Después del sector público, la economía cruceña es el mayor beneficiario del modelo primario-exportador, directa e indirectamente.
Santa Cruz no se forjó a sí mismo, algo en que insiste la narrativa cruceña, ni únicamente gracias a las utilidades ordinarias de los múltiples emprendimientos empresariales.
“Santa Cruz se consolida y crece, a diferencia del occidente donde el dinero fácil del rentismo no trascendió más allá de la esfera pública e improductiva”.