Si bien Bolivia habría avanzado en la lucha contra la desnutrición infantil, queda mucho por hacer: estimular mejoras en la productividad de la agricultura familiar, diversificar la producción de alimentos, aumentar la oferta de nutrientes y mejorar los ingresos de la población pobre para poder adquirirlos.
A momento de celebrar un aniversario más de la reforma agraria de 1953 que terminó con el pongueaje y la servidumbre, y cuando en nuestro país comenzamos a conocer las propuestas de los candidatos a las elecciones presidenciales de fin de año, es bueno recordar algunos datos de la realidad. A pesar de la Reforma Agraria de 1953 y de las notables titulaciones de los vastos territorios indígenas en la última década, la pobreza dura especialmente de la población rural –desnutrición infantil crónica- , se resiste a ceder.
Un reciente informe de la CEPAL[1] destaca que –dentro de la Región Andina- Bolivia es el país que tiene mayor cantidad de proyectos y programas de alimentación y nutrición para enfrentar la desnutrición crónica de los niños. Particularmente en la última década, se hacen variados esfuerzos desde distintos niveles gubernamentales, alcaldías, fundaciones, iglesias, y ONG nacionales y extranjeras, mediante múltiples programas de alimentación complementaria escolar, suplementos de micronutrientes (chispitas), distribución de alimentos pre y post natales y varios programas de transferencias condicionadas (bonos Juancito Pinto y Juana Azurduy principalmente).
De acuerdo a los datos de la ENDSA realizada por el INE el año 2003, la prevalencia de la desnutrición crónica en niños menores de cinco años a nivel nacional hace diez años era del 26.5 %, cifra que se mantendría hasta ahora según el informe de la CEPAL. Sin embargo, de acuerdo a las autoridades del Viceministerio de Salud[2] esta situación habría cambiado drásticamente al año 2013 habiéndose reducido la desnutrición crónica al 16 % de la población infantil. De acuerdo al informe del Viceministerio de Salud, el notable éxito del Programa Desnutrición Cero (PDC) de reciente aplicación, habría conducido a una mejora sustantiva de las condiciones alimenticias y nutricionales de los niños bolivianos en el último quinquenio.
A pesar de esos avances en la nutrición infantil, en otros indicadores sobre Seguridad y Soberanía Alimentaria Bolivia todavía sigue muy al final de la Región Andina y –a su vez- los países andinos continúan por debajo del promedio de América Latina. Probablemente, uno de los factores determinantes que conspira contra una mejor Seguridad Alimentaria es el encarecimiento de los alimentos. Según la CEPAL, en Bolivia en los últimos siete años (2005-2012) los precios de los alimentos subieron más del noventa por ciento, es decir que se han duplicado. Esto hace que la población más pobre o desfavorecida no pueda adquirir la cantidad y calidad de alimentos que necesita para alimentarse adecuadamente.
Según la CEPAL, el año 2013, el 21 % de la población boliviana no accedió a los alimentos suficientes para cubrir los requerimientos energéticos, el doble del resto de los países andinos cuyo promedio es del 10 %. Es la tasa de subnutrición más baja de la región andina. El 22.4 % de los bolivianos continúa viviendo en pobreza extrema o indigencia, mientras en el Perú esta cifra bajó a 9.8 %. Bolivia tiene la mayor tasa de prevalencia de tuberculosis de la Región Andina. La incidencia de la diarrea infantil alcanza al 26 % de los niños, mientras que en Colombia es del 13%. También seguimos siendo el país con mayor déficit de cobertura de servicios de agua potable y saneamiento. Solo uno de cuatro hogares tiene acceso a saneamiento mejorado (inodoro o letrina con cisterna o sifón conectado a una alcantarilla o pozo séptico).
De acuerdo al informe de la CEPAL, en Bolivia y en los países andinos no existe información confiable sobre la cantidad de alimentos cultivados con semillas transgénicas respecto del total de los alimentos producidos. Tampoco sobre la proporción del consumo de alimentos tradicionales respecto del total de los alimentos consumidos en los hogares. No se sabe qué proporción de los alimentos son producidos por los pequeños productores familiares y cuánto por la agroindustria. No hay información detallada y actualizada sobre uso de la tierra y la producción de alimentos por tipo de productor. Tendremos que esperar a los informes del Censo Nacional Agropecuario para conocer algunos de estos indicadores. En consecuencia, no hay como medir el grado de soberanía alimentaria, salvo en términos de alimentos producidos nacionalmente en comparación con los importados de fuera. Todos los países de la Región Andina –particularmente Bolivia- son deficitarios en la producción de cereales a pesar de que son la mayor fuente de energía que consume nuestra población. En Bolivia, la importación de harina está cada vez más subsidiada para mantener estable el precio del pan.
Además, en Bolivia no hay información que permita conocer las diferencias del incremento del Índice de Precios al Consumidor desagregado a nivel mayorista, minorista y al productor y -en consecuencia- no sabemos si el notable alza de precios de los alimentos registrado en los últimos años beneficia al intermediario o al productor. A pesar de los esfuerzos de EMAPA y de Insumos Bolivia, dos empresas públicas creadas con este fin, es muy probable que los productores campesinos y agricultores familiares no se beneficien de los aumentos de precios de los alimentos que tienen que pagar todos los consumidores.
El informe de la CEPAL señala que la población rural tiene mayor riesgo de desnutrición y baja talla y peso y que entre la población rural los más vulnerables son los indígenas. Uno de cada dos niños indígenas bolivianos originarios sufre desnutrición crónica. En el contexto de la Región Andina, los niños bolivianos tienen la talla y peso promedio más bajos Si bien los índices de escolaridad femenina aumentan en nuestros países, la falta de educación de la madre es fundamental en la probabilidad de que su niño menor de 5 años sufra desnutrición. Por cada año de escolaridad, la desnutrición de los hijos disminuye. También el acceso a servicios de agua y saneamiento es clave para disminuir el riesgo de desnutrición.
En la Región Andina Bolivia presenta el mayor porcentaje (61.3%) de niños menores con anemia que tienen déficit de micro nutrientes: vitamina A, yodo, zinc, que es denominada hambre oculta. Nuestro país muestra mayor frecuencia de niños con diarrea y al mismo tiempo es el país que tiene mayores índices de desnutrición global y crónica de la región. Aun cuando hay muchas diferencias entre los cuatro países de la Comunidad Andina (Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia), todos tienen una disponibilidad nutricional superior a 2000 Kg/calorías por persona día, sin embargo Bolivia está muy por debajo del resto.
En resumen, si bien en nuestro país se habría avanzado notablemente en la lucha contra la desnutrición infantil, queda muchísimo por hacer, especialmente para estimular mejoras en la productividad de la agricultura familiar, diversificar la producción de alimentos, aumentar la oferta de nutrientes y mejorar sosteniblemente los ingresos de la población pobre para poder adquirirlos. Ojalá que los candidatos nos hagan conocer sus propuestas concretas para que en nuestro país cada vez haya mayor y mejor producción diversificada de alimentos y menos niños mal nutridos.
[1] Martínez Rodrigo y Palma Amalia (Mayo 2014). Seguridad alimentaria y nutricional en cuatro países andinos. Una propuesta de seguimiento y análisis. CEPAL, serie políticas sociales 187, Santiago, Chile
[2] Viceministerio de Salud. Programa Multisectorial Desnutrición Cero. Informe 2013