“Ahora que tenemos derecho al voto, nos discriminan, no quieren reconocer el voto del campo”
– Evo Morales Ayma, 28 de octubre de 2019.
Ante las denuncias por irregularidades en el cómputo electoral del 20 de octubre, el MAS salió a la arremetida con el discurso de ‘defensa del voto rural’. Se trata de una defensa interesada, basada en una valoración sobredimensionada y tergiversada de la población rural. Esta situación no hace más que reforzar la visión paternalista y ahistórica de la ruralidad boliviana.
Introducción
El pasado 20 de octubre, cuando surgieron los cuestionamientos a los resultados electorales, Evo Morales, entonces presidente del país, y demás autoridades públicas del Movimiento al Socialismo (MAS), no dudaron en reivindicar el voto rural. “Se quiere desconocer el voto rural” fue el discurso detonante. Y sin muchos argumentos sólidos señalaron que el MAS se debe al voto rural.
Pese a las críticas a estas afirmaciones, a lo largo del conflicto se instaló ese discurso y sigue reproduciendo. Las palabras pasaron a los hechos. El mismo Evo Morales, antes de su renuncia, en varias concentraciones masivas convocó a las provincias a sumarse a las movilizaciones señalando que “la derecha quiere desconocer el voto del campo”. Su llamado no tardó mucho en tomar forma y cuerpo. Hoy, organizaciones campesinas de diversos sectores y regiones, se encuentran movilizados: “Ahora sí, guerra civil” es lo que más se oye entre la multitud.
Este discurso estatal de victimización de que “no se quiere reconocer el voto indio”, no solo causó simpatía sino indignación y sumó adeptos, porque instaló la creencia de que se seguía discriminando a un sector históricamente excluido, y con raíces rurales. Pero, la defensa del voto rural por parte del MAS y los argumentos que desplegaron son quimeras. Se trata de una defensa partidaria, que no hizo más que tergiversar la realidad rural y usar el rostro y la voz campesina indígena para legitimar el interés de una clase política que a toda costa buscaba perpetuarse en el poder estatal.
Sin intenciones de marginar la voz de las zonas rurales, este ensayo busca profundizar el análisis sobre la importancia del área rural en los votos electorales. Específicamente responde a los cuestionamientos: ¿Hasta qué punto se puede afirmar que el MAS se debe al voto rural? ¿El voto rural puede cambiar las tendencias del cómputo electoral?
Al menos se pueden ensayar tres argumentos para rebatir el que fue discurso dominante. Primero, las comunidades de hoy no son colectividades sin acceso a los medios de comunicación e información, ni están aisladas de los centros urbanos como para que los resultados no lleguen en tiempo breve. En segundo lugar, el voto del campo estadísticamente es marginal porque la población rural perdió volumen por la fuerte migración campo-ciudad. Finalmente, la población rural no es una masa homogénea, al interior de cada provincia, municipio, comunidad, hay diversidad de posiciones políticas, por eso mismo hoy no es raro escuchar organizaciones sociales ‘oficialistas’ y ‘orgánicas’.
TREP y voto rural
La suspensión de la Transmisión Rápida de Resultados Preliminares (TREP) en la noche del 20 de octubre fue atribuida a la falta de internet en el área rural. En una sesión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Alberto González, entonces embajador boliviano ante la misma instancia, aseveró que el sistema de conteo rápido se detuvo sin llegar al 100 por ciento de transmisión, porque infelizmente no hay internet en áreas rurales del país.
Pero poco tiempo atrás las autoridades estatales mostraron un territorio boliviano integrado, con acceso universalizado a los servicios de telecomunicaciones. En agosto, el Ministerio de Obras Públicas, Servicios y Vivienda señaló que el 83 por ciento del territorio boliviano tiene acceso a telefonía e internet; y después, pocos días antes de las elecciones, el Viceministro de Telecomunicaciones, anunció que el 97 por ciento de la población tiene acceso telefonía móvil. Estos datos desmienten las afirmaciones del Gonzales y evidencian que afirmó sin conocer la realidad rural.
El voto rural no solo fue usado para justificar la suspensión repentina de la TREP, sino también para justificar el cambio drástico de la tendencia de los resultados del conteo rápido una vez reanudado, donde de manera inexplicable revelaba la victoria del MAS. El MAS argumentó que es el voto rural el que hizo doblegar las tenencias que anunciaban una segunda vuelta. Por lo tanto, cuestionar ese resultado se convirtió en sinónimo de invalidar el voto del campo.
Al respecto, los diversos estudios, informes y análisis (OEA, Ethical Hacking, Villegas) que muestran inconsistencias del sistema de cómputo, dan a entender que antes de la suspensión de la TREP, la mayoría del voto rural ya habría sido registrada. Es decir, que el primer registro de la TREP contaba más o menos con el 10 por ciento de actas provenientes del área rural sobre total de votos válidos, que serían como unos 490. 000, mientras, las nuevas actas rurales computadas después de la paralización de la TREP sólo suman aproximadamente 130.000, que equivale a un 14 por ciento del total de actas válidos, cuya diferencia entre el primer y segundo conteo de la TREP es de tan solo 4 puntos porcentuales. Esto desmiente totalmente las afirmaciones del MAS.
Además, el uso del voto rural tuvo nuevas escaladas, también recurrieron a este para justificar los resultados del cómputo oficial en el que los votos a favor del MAS aumentaron de sobremanera al finalizar el escrutinio. La discusión es amplia y en algunos casos confusa, pero los estudios muestran que efectivamente miles de actas provenientes de área rural fueron registradas al final del conteo oficial, pero no porque tardaron en llegar al sitio de conteo, sino era una manera de justificar el crecimiento masivo de votos a su favor con actas manipuladas. Es decir que se cambió intencionalmente el orden de conteo en el TREP y el cómputo oficial, cuya única explicación es que llevarían al final el voto rural para que así coincidiera con lo que dijeron: que efectivamente llegó al final.
En suma, estos hechos puntuales ponen en cuestión toda la veracidad de lo que afirmaron los defensores del voto en el área rural.
Población rural disminuida
El MAS sobredimensionó el voto rural para respaldar sus intereses a pesar del estancamiento demográfico en la mayoría de las localidades rurales.
Bolivia es un país urbano porque casi el 70 por ciento de su población vive en las ciudades capitales, medias e intermedias (INE, 2018). Revisemos la base estadística de las personas inscritas para votar en octubre de 2019. Suman 6.974,363 de inscritos a nivel nacional. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) no brinda información diferenciada por área rural y urbana, pero contrastando el total de inscritos con la base de datos del Censo de Población y Vivienda INE de 2012, se podría afirmar que solo alrededor de 878.000 votantes corresponden a la población rural, es de decir el 13 por ciento del total de votantes. Además, el censo de población de 2012 mostró estancamiento en el crecimiento de la población rural: de 2001 a 2012 sólo creció 5 por ciento, mientras la población urbana creció un 30,1 por ciento, es decir, siete veces más con respecto al crecimiento rural
Esta baja participación de voto rural sin duda responde en parte a la marginalidad de la población rural. La agricultura familiar desde hace una década presenta síntomas de decadencia, lo que en la práctica se traduce en la alta tasa de migración campo-ciudad. Paradójicamente, el MAS apostó por un modelo agrícola empresarial, las políticas públicas agrarias favorecen más al sector agroindustrial y la agricultura de base campesina quedó relegada.
Pero supongamos que es verdad que la victoria del MAS debe al voto del campo y veamos realmente cuánto representa este voto en favor de Evo Morales. Del total de los votos en favor del MAS que es de 47,8 por ciento, el voto rural representa un aproximado de 8 a 9 puntos porcentuales. Entonces, aceptar que el MAS se debe al voto rural, es sobredimensionar los datos porque la población rural no es significativa en términos electorales.
La población rural no es monolítica
La defensa de voto rural del MAS tiene como base una percepción homogénea de la ruralidad, como una sumatoria de comunidades sin diferenciaciones sociales y económicas, ajenas al mercado y sobre todo con una tendencia política compartida y uniforme. El voto orgánico o voto comunitario existe, pero no es la regla. Además, el voto rural no necesariamente es sinónimo de voto campesino ni indígena.
La homogeneidad electoral fue más visible en los primeros triunfos electorales del MAS (años 2006 y 2009) cuando cerca al cien por ciento del área rural votó por este partido. Pero la realidad rural hoy es otra. El pasado 20 de octubre un 30 por ciento de la población rural apoyó a candidatos de otros partidos políticos. Es decir, de que 3 de cada 10 votos rurales no respaldaron al binomio Evo-Álvaro.
Este descontento no es sorpresa ni algo totalmente nuevo. Desde hace cinco años se gesta el descontento en las comunidades ante el gobierno de Evo Morales. Denuncias y protestas contra casos de corrupción, abusos de poder como es el caso de Achacachi, Altiplano Norte, que interpeló a su gobierno local (municipal) administrado por el MAS.
Durante la gestión de Evo Morales la relación entre el Estado y movimientos rurales se caracterizó por prebendalismo y cooptación. La mayoría de los líderes y dirigentes han brindado lealtad a MAS a cambio de una abundancia de proyectos de infraestructura, bonos sociales, subsidios, fondos públicos y empleos en funciones públicas.
La división de las organizaciones matrices también fue parte de la estrategia de ese partido, de ahí que hoy es frecuente escuchar una CSUTCB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia), CIDOB (Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano), QONAMAQ (Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu) paralelas, una ‘orgánica’ y otra ‘oficialista’ e incluso una tercera organización. Así, es difícil entrever cuál es la legítima. Esto hizo que las bases también estén dividas. Por eso, hoy no hay un sujeto popular revolucionario de raíz campesina que reivindique la lucha agraria por la tierra.
Además, otra cuestión igual de llamativa es que cada vez hay más alejamiento entre los dirigentes y la base. La elite dirigencial ha caído en los vicios de corrupción y malversación. Gestionaron proyectos estatales en favor de sus intereses al margen del consentimiento de la base. No es casualidad que la CSUTCB y los interculturales estén vinculados con el tráfico de tierras fiscales en la región oriental del país.
Mas, es necesario considerar que la lealtad del voto rural a Evo Morales no sólo es una cuestión de transferencias monetarias, sino tiene un fuerte vínculo con la identidad étnica y cultural. La llegada del Evo al gobierno representó la dignificación de un sector vulnerable: “No quiero que me vuelvan a discriminar, por eso apoyo a Evo” es el testimonio de una mujer rural.
Se trata de una identificación étnica personalizada en Evo Morales. Pese a los desacuerdos y malestares con la gestión del Morales, los campesinos lo reconocen como el único líder indígena que representa los intereses de los marginados. Pero en parte se trata de una lealtad condicionada, fundada en el miedo que el mismo MAS sembró estratégicamente: el de retornar a un pasado signado de discriminación, de exclusión política y económica.
En este contexto, la renuncia de Evo abrió una herida profunda para el campesinado, una grieta que les costará reparar no sólo a ellos sino y sobre todo a los próximos gobernantes.
Conclusiones
La defensa del voto rural por parte del MAS no es leal, es un discurso motivado por intereses políticos partidarios. Usaron el discurso del voto indígena para manipular los resultados electorales a su favor y así proclamar una victoria fraudulenta. Así, los que gobernaron 13 años a nombre del sector campesino e indígena, terminan vulnerando el voto del campo.
Los argumentos desplegados no tienen ninguna base objetiva. Reproduce la visión parternalista y ahistórica de la ruralidad boliviana: sobredimensiona a su población, reducen a una masa monolítica y a poblaciones recónditas. La ruralidad de hoy no es la misma que hace décadas, pero la clase política no supo entender aquello y si es que lo sabía, lo ignoró intencionalmente.
Esta defensa partidaria del voto rural tiene varias implicancias en la actual conflictividad del país. Con discursos engañosos no solo se utiliza al campesinado para generar una resistencia masiva, confrontación y disputar nuevamente el poder quebrantado del MAS, sino exacerba el racismo fundado en la pertenencia étnica y geográfico, fomentando así brechas tradicionales entre campo – ciudad.
Evo se fue, y dejó un movimiento campesino sin esperanzas, sin una agenda de lucha más allá de lo coyuntural, esto como resultado de las relaciones prebendales, cooptación y división que fomentó el MAS. Hoy los campesinos no son una clase combativa, como lo fueron en el pasado, porque –desde el Estado Plurinacional– han sido reducidos a una condición de receptores pasivos de ayudas estatales y los quisieron convertir en seguidores ‘ciegos’.
* La autora es investigadora de la Fundación TIERRA.
Publicado en: cronistaslatinoamericanos.com